Cabezada y Jáquima 
 
Cabezada es el nombre que recibe el aparejo que se instala en la cabeza del caballo para sujetar a las riendas de manera segura. Hay muchas versiones, según el uso que se le dará al caballo y puede ser tan simple como la siguiente: 
 
Cabezada básica, demasiado precaria, pero suficiente para cortas cabalgatas sencillas con un caballo de buena conducta. El jinete es mi amigo y co-propietario de los caballos, Carlos Requena. Para mí la foto es histórica pues muestra cómo un jinete acostumbrado a los aperos huasos y sin instrucción en el estilo clásico, empieza a apreciar las técnicas e implementos de éste. Nótese la silla militar Armeesattel 25 con un pellón de oveja, las riendas de salto y la posición de las manos. Las polainas que usa sirven para la montura huasa pues sobrepasan la rodilla para proteger a los muslos del roce con el alerón alto de éstas, pero no sirven para una montura forward precisamente porque no le permiten un buen contacto de las rodillas con la protección de adelante (morcillón) y además lo obligan a mantener a los pies en una posición muy adelantada. Supongo que a la larga Carlos abandonará mucho de lo que le queda de huaso y se acercará aun más al estilo clásico. ¿Porqué?: simplemente porque es más apropiado para cabalgar cuando no se necesita arriar vacas.
 
La jáquima es el aparejo firme que se ajusta a la cabeza y que permite amarrar y/o conducir a un caballo cuando no está montado. Es común instalar una cabezada para montar y para amarrar al caballo, retirar la cabezada y las riendas e instalar la jáquima, lo que es una gestión redundante para las cabalgatas en terreno. 
 
La cabezada suele ser muy poco resistente para amarrar a un caballo y se rompe si el animal se resiste a estar atado, por lo que, no habiendo jáquima, es común que se le amarre una cuerda al cuello para ese efecto. Pero uno de nuestros mejores caballos murió ahorcado cuando esa cuerda se enredó con una herradura inadecuada. Si se ha de amarrar a un caballo, se debe usar una jáquima (que curiosamente suele llamarse “hackamore”, palabra inglesa que deriva de la española). Para cabalgar, lo usual es usar una cabezada. Puede tener ventajas para saltar u otras gimnasias ecuestres, pero para largas cabalgatas prefiero adosar las riendas a la jáquima. Basta un un par de mosquetones. Así, se instala la jáquima y se le usa como cabezada mientras se cabalga y, al descansar o durante el tiempo que el animal debe permanecer atado, simplemente se retira el bocado y las riendas. Instalamos la jáquima al iniciar la cabalgata y no la retiramos hasta que el caballo vuelva a su corral, aunque sea muchos días después. Por lo demás, es mucho más fácil hacer que el caballo acepte el bocado con este aparejo: 
 
Jáquima-rienda. Basta retirar los mosquetones que unen la argolla del bocado con la jáquima a ambos lados y el caballo se libera de las riendas, a la vez que puede amarrarse a donde convenga con la “mecate” (la cuerda café). Reinstalar las riendas, aun en un animal reticente, es muy fácil si el bocado es el apropiado.
 
En los centros ecuestres, para “gimnasia” y saltos, se usa una cabezada más o menos compleja, a veces difícil de colocar en un caballo reticente y de poca utilidad en terreno. Tendría dos ventajas: la muserola (ver foto siguiente) contribuiría a que el caballo se sintiera más controlado, lo que es discutible y me parece más una costumbre y un engalamiento que un aporte significativo a la monta. La otra, es que de la muserola parte una correa (”falsa barbada”) que impide que el animal abra mucho el hocico y así teóricamente lo protegería de una fractura de mandíbula si se cae de hocico al aterrizar después de un salto, pero nosotros no saltamos vallas altas, sino sólo zanjas: 
 
La yegua en primer plano porta una cabezada de salto. La de atrás una jáquima-rienda y el soldado le está instalando la embocadura con las riendas, conjunto que luego hará firme con un pasador en  el rectángulo metálico de la jáquima. Simpleza y eficiencia. Para mis necesidades, no noto la diferencia entre uno y otro aparejo.
 
No está demás que conozca la nomenclatura de la cabezada, pues los jinetes clásicos, así como los yatistas, pueden menospreciar a quienes no conocen su “idioma”: 
 
1. Testera, para sostener al resto de las correas. 
2. Frontalera, para que la cabezada no se desplace hacia el cuello. Utilidad discutible, pero se ve bonito... 
3. Ahogadera, para que la cabezada no resbale por delante de las orejas (muy improbable si no se lleva al caballo de tiro con las riendas). 
4. Muserola, supuestamente útil para que el caballo se sienta más controlado: discutible. 
5. Falsa Barbada, para impedir que el caballo abra la boca y se fracture la mandíbula si se cae de frente. Tal vez útil para saltos de valla. 
6. Montantes, para ajustar la posición de la muserola y del bocado. Con frecuencia se dice que el montante del bocado debe ajustarse a tal punto que el bocado genere tres arrugas en el ángulo de los labios del animal, lo que me parece abusivo. Basta una tensión que impida que el bocado resbale fuera del hocico del animal o que éste pueda desplazarlo bajo la lengua, lo que haría que perdiera su eficiencia como freno. Creo que para la mayor parte de los caballos basta con una arruga de la comisura labial. 
 
En definitiva, no hay estilos ni aparejos que sirvan para todas las instancias. Ambos dependen del trayecto, del caballo y de las preferencias del jinete. 
 
Pero no crea que los aparejos sofisticados son indispensables. Las cabezadas, el bocado y las riendas son totalmente prescindibles, por cómodos que sean. Un buen jinete lo único que necesita para montar a un buen caballo es una cuerda que no dañe al animal. La máxima expresión eficiente de esta austeridad es la rienda mecate, ya someramente descrita. Con la cuerda puede improvisar riendas como se describe más abajo. Las jáquimas que usamos cuestan unos 10 dólares, son más cómodas para el caballo y el jinete, pero no son indispensables, como tampoco lo es el bocado. ¿Quiere improvisar una jáquima con una simple cuerda! Es muy fácil: 
 
Primero, amarre la cuerda al cuello del animal con un nudo no deslizante (as de guía), primer paso. Luego (2º paso), instale un par de vueltas de la cuerda por encima de los orificios nasales, como muestra la siguiente foto. En seguida (3º paso), que la vuelta de más arriba pase bajo la distal y luego se extienda hasta pasarla por detrás de las orejas del caballo. ¡Listo! Si la cuerda no es áspera y no abusa del animal, no lo dañará. Eso basta para montarlo o llevarlo de tiro y aun puede improvisarle riendas de emergencia. Nunca, nunca, deje de portar una cuerda adecuada... 
 
Iniciando una jáquima improvisada. Dos vueltas por encima de la nariz. Después de lo mostrado en la foto, la vuelta de arriba se desliza bajo la otra y se estira hasta que quede detrás de las orejas.
Jáquima instalada y usada en terreno montañoso en un caballo que nunca había portado angarillas. Así tiramos del Jisk’a por seis horas sin problemas.
 
Embocadura 
 
Pasé una semana maravillosa cabalgando mañana y tarde en la Estancia “Los Dos Hermanos” en Argentina, un paraíso para los jinetes (www.estancialosdoshermanos.com). Aprendí mucho y adquirí un gran respeto por los jinetes argentinos. Pero aprender no sólo es incorporar trucos, sino adquirir vivencias para definir lo propio. Resumiendo lo aprendido de los argentinos, militares y campesinos chilenos y otras experiencias, me quedo sólo con un concepto fundamental: un buen jinete y un buen caballo superan con creces los beneficios de los aparejos y éstos suelen ser superfluos o irracionales. 
 
En Argentina se prefieren embocaduras (lo que va en la boca del caballo) que priorizan la capacidad de detenerlos. Pregunta: ¿no es mejor adiestrar bien al caballo para que no sea difícil de detener en vez de inflingirle castigos físicos? Responda quien pueda... 
 
Pues allá, lo habitual es usar frenos de palanca, los cuales, a través de un mecanismo de palanca transmitido por las riendas (revise sus conocimientos de física), levantan un arco que agrede al paladar del animal.  
 
Freno de palanca. El brazo inferior, a cuyas argollas se hace firme la rienda, potencia enormemente el efecto de la tensión que éstas ejercen y hace que el arco de la embocadura se levante y presione al paladar.
 
No me gustan los frenos de palanca para los principiantes porque limitan inmensamente las órdenes que pueden transmitir las riendas pues con ellos es imposible manejarlas independientemente porque basta con traccionar a una de ellas para que la palanca actúe de la misma forma agresiva como si se hubieran traccionado ambas. De esta manera, de nada sirve llevar una rienda en cada mano, no hay posibilidad de “contacto” si no se es un experto y para girar no queda más que empujar las riendas contra del cuello. Podrá servir en caballos bien entrenados y para esas inmensas pampas con una superficie poco accidentada, pero con mis caballos y en mi sierra terminarían haciendo que nos desbarrancáramos. Con el freno de palanca  puede ser más fácil controlar el entusiasmo del caballo con sólo una mano, pero sólo si se sabe hacerlo y hay que estar muy seguro de que el jinete no usará las riendas para afirmarse, como suelen hacerlo los principiantes. Pero en la sierra ariqueña, cuando estoy descendiendo una pronunciada pendiente por una angosta huella pedregosa que sólo deja reducidos espacios para que las manos del caballo puedan posarse sin resbalar y a pocos centímetros tengo un profundo precipicio, quiero tener la certeza de que con mis manos puedo controlar dónde posará el animal sus manos. Para eso, necesito que el caballo responda debidamente a cada rienda y no a ambas en conjunto y eso lo consigo mejor y más fácilmente con el bridón que se describe más abajo. Una vez más, los estilos y aparejos deben ser los apropiados para el caballo, el jinete y el terreno. No existe una forma de cabalgar que sirva para todas las instancias... 
 
Lo que ví en Argentina me tiene aun intrigado. No sólo por lo del limitante freno de palanca, sino que en una magna exposición vi preciosos caballos ataviados con aparejos riquísimos con muchos ornamentos de plata, montados por excelentes jinetes vestidos con indescriptible elegancia a la antigua ¡¡que galopaban con las piernas tan abiertas que las pantorrillas jamás tocaban al animal!! 
 
Gaucho elegante durante una competencia. Freno de palanca, riendas en una mano, pantorrillas alejadas del caballo. ¿Cuál es el secreto?: a mí no me resultaría...
 
¡Vaya idiosincracia ecuestre!: sin riendas independientes ni pantorrillas yo perdería la mayor parte de mis trucos para sentirme medianamente eficiente. Pese a esos reparos, los gauchos son jinetes excepcionales. Yo he cabalgado sus pampas; espero algún día ver cómo lo hacen en mis sierras. Seguro que me sorprenderán aun más... 
 
En Chile, los que no nos involucramos en faenas campesinas, preferimos en general una embocadura simple articulada, sin una palanca que intensifique el efecto de la tensión de las riendas, y esperamos que el caballo sepa obedecer las órdenes para detenerse sin aplicarle dolor. ¿Qué perdemos?: un casi irresistible castigo para que se detenga, pero ganamos versatilidad en las órdenes (ya no dolorosas) para que el caballo vaya por donde queramos. Esta embocadura permite enviar órdenes hacia sólo uno o también hacia ambos lados de la boca del animal, lo cual abre un amplio abanico de posibilidades. 
 
La nomenclatura en materia de embocaduras es compleja y confusa y existe una gran diversidad de ellas. Nuestra embocadura favorita es el “bocado” descrito (que en Argentina no se le considera confiable para detener al animal), también llamado bridón o “snaffle bit” en inglés. Me gusta pues sé frenar a mis animales y como prioriza la conducción más que la detención, me permite hacer filigranas con mi caballo sin usar las cuatro riendas (bridón más freno de planca) que utilizan los policías montados y los jugadores de polo. Estos usan ambas embocaduras a la vez y con cuatro dedos se maneja a la rienda “de conducción” que controla al filete o bridón y con el meñique a la rienda “de freno” que acciona a la palanca. Demasiado complejo para mis necesidades... 
 
Filete, bridón o “snaffle bit” en su versión más simple. Al tensionar las riendas la articulación central permite que, además del efecto sobre la comisura de la boca, se comprima la lengua.
 
Filete más sofisticado, recubierto por un plástico duro con sabor a manzana. Los anillos de la foto anterior pueden pellizcar la comisura de los labios. Con esta embocadura se evita ese problema potencial y la rama horizontal de la argolla no giratoria en “D” impide que la embocadura se desplace hacia la cavidad bucal cuando se tracciona la rienda opuesta y ayuda a girar la cabeza al presionar sobre una superficie más amplia.
Un filete aun más benigno para la boca del caballo porque las astas metálicas incrementan las ventajas de la anterior. Su único problema es que éstas pueden enredarse con una rama de un arbusto o desgarrarle su mejor camisa. Para evitarlo, en una cabezada clásica se pueden instalar ojales de cuero en el montante del bocado para impedir que el asta superior quede libre y no tardaré en diseñar uno adecuado para nuestro aparejo de jáquima-rienda. Creo que éste es el modelo de filete más eficiente y benigno para el caballo cuando se prescinde de la cabezada..
 
Pero aun la misma cuerda que utilizó para amarrar al caballo puede servir como embocadura, con un simple nudo ballestrinque cuyas dos asas se introducen en la boca. Preferentemente, la cuerda no debe ser muy áspera y el jinete deberá cuidarse de manejar la riendas con mayor suavidad para no dañarle la boca al caballo: 
 
Rienda de emergencia en su versión más básica que es como se la utiliza habitualmente. Pero puede mejorarse para que sea más eficiente y menos agresiva: simplemente cruce las riendas de tal manera que el cabo que sale por la comisura derecha del labio pase por el lado izquierdo del cuello del caballo y viceversa. ¡Hay tantos trucos!....
 
Por último; ¿quién dijo que la embocadura es indispensable! Un buen jinete con un caballo obediente puede cabalgar eficientemente con las riendas conectadas sólo a la jáquima. No servirá tal vez para hacer filigranas con el animal, pero suele bastar para ir de A a B: 
 
Con embocadura (Valeria) y sin ella (yo). Galopamos, jugamos y nos divertimos en mi jardín, un ámbito benigno para nuestros caballos. ¿La diferencia?: mi yegua ya (casi) siempre me obedece...
 
La primera vez que monté al Pinto en la Estancia “Los Dos Hermanos” en Argentina, con freno de palanca, se me portó pésimo pues no me bastaba que avanzara y se detuviera y mis estímulos para que hiciera “gimnasia” lo molestaban, por cierto debido a que yo no manejo bien el tema de los frenos de palanca. La segunda vez, pedí un bridón contra todas las opiniones adversas y lo pasamos estupendo. Al día siguiente, con otro caballo, el gaucho que siempre nos acompañaba me pedía que le enseñara a éste las maniobras que conseguimos con el Pinto, pues le gustó ver cómo el caballo respondía. No es que los jinetes gauchos expertos no puedan hacer lo mismo, pero sí un no-experto con algo de instrucción clásica consigue que esa dimensión de la equitación esté a su alcance si cambia el freno de palanca por un bridón. O sea, para mí cabalgar no es montar y llegar al destino, sino sacar el máximo provecho de mis pobres capacidades para que el caballo haga lo que quiero y eso, excepto por algún temor de no poder detener de inmediato a un caballo desconocido, lo consigo mejor con el bridón. Por lo demás, casi todos nuestros caballos están entrenados para detenerse con cierta facilidad y mi querida Sumalla se detiene con sólo una orden verbal. Si se tiene un caballo, no basta con montarlo: continuamente hay que vestir ropajes de entrenador para llegar a un buen entendimiento con el animal. 
 
Ahora bien, después de la experiencia con el Pinto, la próxima vez que me monten sobre un caballo desconocido y con freno de palanca, manejaré las riendas sin tensión y ambas en la mano izquierda (tiene menos fuerza y por lo tanto menos posibilidades de generar un insulto abusivo) y renunciaré a jugar con el caballo haciendo filigranas en la pradera. No bien escrito el párrafo anterior, me lleva al concepto de “caballo bicicleta” que le quita todo el encanto a la equitación como deporte... 
 
Otra cosa que he aprendido: La cabezada de salto o convencional sirve para saltar. Para la sierra necesitamos un aparejo firme (jáquima) para amarrar al amimal y versátil para conducirlo. No entiendo que encima de la jáquima le instalen una frágil cabezada. O se saltan vallas y se retira la jáquima, o se atraviesa campos y sierras y entonces la cabezada ya no sirve pues un par de mosquetones bastan para unir la embocadura y las riendas a la jáquima. ¡Voilá!: simpleza y eficiencia... 
 
Parafernalia excesiva y acción del bridón (línea amarilla) versus el freno de palanca (línea roja). ¡Tantas cuerdas en la cabeza del animal!: si sólo hago firme la embocadura a la jáquima con un mosquetón (línea azul), ya no necesito a la cabezada. Si he de usar una cabezada con muserola para gestiones más sofisticadas, retiro la jáquima. ¿Porqué la cuerda para amarrar al caballo ha de ser tan corta que se debe anudar al cuello del animal o llevar en la mano como una molesta tercera rienda? Mejor la hago más larga y la llevo adosada al cinturón con una suelta rápida.
 
No estoy saltando vallas ni jugando polo ni persigo a caballo a delincuentes por las calles de Nueva York: estoy paseando, bajando o subiendo precipicios en territorios despoblados, no tengo espacio para un montón de parafernalia dispensable: busco simpleza, prefiero la jáquima-rienda, priorizo la capacidad para conducir al animal y definirle cada uno de sus pasos (bridón) y si se trata de detenerlo, ya le enseñé antes a hacerlo sin castigos físicos más órdenes verbales. Back to basics: buen caballo, buen jinente y el resto es superfluo. 
 
Ejemplo: dos codpeños nos acompañaron en una cabalgata de más de 24 horas a su pueblo, atravesando el desierto y una sierra muy difícil. Uno de ellos usaba una simple cuerda con un nudo ballestrinque a título de embocadura; el otro, solamente una cuerda roñosa atada el cuello, ni siquiera a la cabeza. Ambos llegaron junto con los que usábamos sofisticados aparejos tejanos, chilenos o de otras facturas. 
 
Aparejos precarios pero eficientes si sirven para el caballo y el jinete.
 
Al jinete del primer plano, cuando no tenía otra alternativa, lo ví saltar una profunda zanja de por lo menos 1,5m de ancho, sin inmutarse siquiera. Ni con mil dólares de aparejos habría yo podido hacer lo mismo. 
 
En todo caso, no desprecio a los aparejos. Me procuro buenas monturas y a mi yegua regalona hasta le compré una embocadura blanda con sabor a manzana. Todo ayuda, pero el caballo y su interacción con el jinete no son reemplazables y mientras más pituco pretenda ser un jinete desconocido, más temor me inspira, por su propia y nuestra seguridad. 
 
Riendas 
 
Antes que todo, debo insistir en un parámetro muy importante: la tendencia natural es tomar las riendas muy cerca del cuerpo del jinete y muy arriba. 
 
Instintiva pero pésima manera manera de equilibrarse sobre un caballo y tomar las riendas. La primera vez que monta sola, mi hija Valeria adopta instintivamente una posición corporal desbalanceada, con las rodillas estiradas y las piernas desplazadas hacia atrás y ni hablar de las riendas. No tardó en aprender a hacerlo bien, porque fue bien entrenada, obediente y nunca arrogante.
 
Todo lo contrario: las manos deben tomarlas a nivel de la cruz, de manera que haya una línea casi recta desde los codos hasta la boca del caballo. Idealmente, cada mano debe estar muy junta a la otra a ambos lados de la cruz y nunca a la altura del pecho del jinete ni cerca de su cintura. 
 
 
Cinco años después, ya hacía mucho que le resultaba natural montar como se debe, aun sobre una silla a la cual no está acostumbrada.
 
Si las tiene muy cerca de sí, no tendrá espacio para frenar al animal sin inclinar su cuerpo peligrosamente para atrás, lo que para el campesino no es un problema pues lleva las piernas estiradas y los pies bien adelante. Además, si lleva las riendas muy arriba como suele verse en las películas, está incitando al animal a que levante el hocico, lo que lo pone en una actitud agresiva lo cual, a su vez, no es indeseable para el campesino que está atacando a las vacas. Una buena toma de riendas exige además que los codos estén pegados a su tronco, pero la tendencia natural es aletear con ellos cuando el jinete quiere acelerar al caballo y lo único que se consigue es perjudicar la gestión. 
 
 
Típico conflicto de riendas de un aprendiz, producto de nuestro natural instinto. En su intento por girar al caballo, mi nietecito tiene mal tomadas la riendas (compare con la foto siguiente), tracciona la rienda interior desde muy atrás y hacia arriba y no relaja la tensión de la exterior. El caballo tiende a detenerse y sólo gira el cuello, a la vez que el jinete está prácticamente bloqueado por una posición corporal defectuosa. Tras un par de sesiones y algo de paciencia, Israel aprendió a hacerlo bien.
 
Un giro más eficiente. Valeria, con cierto nivel de entrenamiento, toma las riendas como se debe, con la palma hacia abajo y las mantiente relativamente cortas. Tracciona la rienda interior y la aleja un poco del cuello, a la vez que relaja un poco la tracción de la exterior y la empuja contra el cuello del caballo y simultáneamente le envía un estímulo a las patas traseras con la pantorrilla y el taco por detrás de la cincha. La maniobra no es perfecta pues la rienda interior debiera estar más corta y el codo exterior se ha separado del tronco de la jinete, pero la posición de su cuerpo no sólo le da una señal adicional al caballo al girar los hombros y mirar hacia donde la jinete quiere ir, sino que ella no está bloqueada pues la verticalidad de su tronco deja espacio para inclinarlo como y cuando convenga.
 
Lo de los codos es difícil de aprender y ha sido lo que más me ha costado corregir, pero sirve para optimizar el control de las riendas. Mucho de antes empezar a tratar de aprender a cabalgar bien (estando en el nivel de “incompetencia inconsciente”), corría carreras de jinete-caballero en el hipódromo local, con una silla minúscula y estribos (mejor dicho aciones) cortísimas. 
 
Preparándome para mi primera carrera de “Jinetes Caballeros” en el Hipódromo de Arica, 27 de junio de 1976, 1.100 metros, premio de $800 al ganador. Mérito: instructor de paracaidismo, recién aterrizado en el hipódromo. Desmérito: “incompentencia inconsciente” pues sólo montaba como quien maneja a un paracaídas (objeto carente de alma) y aun creía que los caballos eran más confiables que éstos. Moraleja: apórtele un caballo a un irresponsable no instruido y creerá que bastan las agallas para ser jinete. ¡Gracias por protegerme, Dios de los Jinetes! pero no embauques a mi nieto con ideas locas...
 
Tengo una película de una de las carreras y quisiera quemarla porque mis movimientos se parecían más a un ataque epiléptico que a una buena monta. Así fue como me caí una vez “en tierra derecha” por no saber controlar bien al animal con las riendas y mi cuerpo y varios caballos pasaron por encima, afortunadamente sin pisarme. La ignorancia es atrevida... 
 
Hay dos maneras de llevar las riendas: ambas en una mano o una en cada mano. La última es la más eficiente, segura, elegante y natural. Es el estilo clásico. La primera, empleada por huasos, campesinos ,cowboys de película, “acostumbrados” y principiantes, no es un pecado, pero deben respetarse ciertos requisitos (para más al respecto pulse aquí). Olvídese de las riendas gruesas del aparejo huaso pues usará riendas delgadas. Estas se toman con las manos a la altura de la tuza (bajas) e inmediatamente por delante de la montura y no deben salir de allí. Si hay que alargar o acortar las riendas, éstas se ceden o recogen desde esa posición. Por lo menos la mano que está adelante, la que controla las riendas, no sale de allí. 
 
Para hacerlo bien, la(s) mano(s) no deben tomarlas con la palma hacia arriba como se muestra en la foto de mi nieto (un poco más arriba de esta página y en la foto 5 del cuadro que sigue), sino que con la palma hacia abajo y como quien empuña un revólver (ver la foto de mi hija, la que sigue a la de mi nieto). Para hacerlo, la(s) mano(s) se posan sobre las riendas con la palma hacia abajo y luego se hace que pasen ente el pulgar y el índice, los cuales las sujetan con firmeza cuando hay que tensarlas o las dejan deslizar cuando hay que soltarlas. Las fotos que siguen muestran la técnica. ¿Porqué hacerlo así?: porque si se cabalga manteniendo el debido contacto entre la boca del caballo y las manos del jinete, basta un leve giro de la muñeca hacia abajo para enviar una señal de moderación al caballo. 
 
Cabalgando así, “en contacto” (con una leve tensión de las riendas), las manos son para Ud. (tensar o relajar levemente las riendas) y los codos para el caballo (estirarlos o flectarlos discretamente para mantener la tensión de las riendas en su punto óptimo para que el movimiento de la muñeca modifique la tensión cuando corresponde). Obviamente, cuando se ha de ser más enfático con la tensión de las riendas habrá que usar los codos para este efecto, pero eso tiende a modificar indeseablemente la posición del tronco del jinete. Esto es un detalle complejo para un principiante, pero muy eficiente en manos de los iniciados. 
 
1. Tocar las riendas con la palma hacia abajo entre el pulgar y el resto de los dedos.
2. Excepto el pulgar y el índice, los otros dedos abrazan las riendas. Nótese que el excedente de éstas emerge de la mano hacia arriba.
3. La mano posterior coloca la rienda entre el pulgar y el índice para que éstos no le permitan deslizarse. ¿Porqué dejé al meñique fuera de la toma?: sólo por costumbre, pues éste controla a la rienda adicional cuando se agrega un  freno de palanca.
4. Riendas instaladas. El pulgar y el índice actúan como pinzas y la fuerza de la tracción la soportan los otros dedos. La mano posterior sujeta suavemente al excedente de la rienda, para poder tensarlo cuando hay que acortarlas. Es como empuñar un revólver con la mano de adelante. Cuando se domina la técnica, resulta más cómodo y eficiente pasar el dedo anular entre las dos riendas.
5. Malo. Los principiantes tienden instintivamente a tomar las riendas dejando al excedente emerger por abajo. desde el índice, al revés de lo adecuado.
6. Para acortar las riendas, la mano anterior deja que la posterior deslize las riendas hacia atrás antes de asegurarlas en la nueva posición.
 
Si ha de tomar a ambas riendas con una mano, la otra no está inactiva: sujeta lo que sobra de las riendas para traccionarlo y permitir que la mano anterior deje deslizar las riendas hacia atrás para acortarlas cuando es necesario, pero ésta no abandona su posición en contacto con la tuza e inmediatamente adelante de la silla. Sólo ocasionalmente puede abandonarse la gestión de la mano posterior, si todo está tranquilo. Si la usa para afirmarse de la silla, tendrá dificultades si debe reacomodar las riendas. 
 
Antes de proseguir, ¿para qué sirven las riendas? La típica e incorrecta respuesta es “para guiar al caballo”. Otra, ¿para qué NO deben usarse las riendas?: nadie responde, pero todos los no iniciados tienden a usarla para afirmarse cuando se sienten inestables. Pésimo... 
 
Lo que sigue no es válido si usa freno de palanca y definitivamente no me gustan. Con una embocadura simple (bridón) las riendas son sólo un suplemento del mensaje corporal que transmite un buen jinete. Sirven para girar la cabeza y el cuello del caballo si se tira de sólo una de ellas, o si se le desplaza hacia un lado, o si una de ellas presiona el cuello hacia el lado contrario. Esas tres maniobras pueden combinarse pero no necesariamente hacen girar al caballo (aunque a menudo lo consiguen). Además, las riendas sirven para detener al caballo, pero no siempre si no se usan bien. Para cualquiera de estas dos funciones las riendas son ineficientes si no se combinan con otros estímulos: la dirección de las fuerzas que las asentaderas ejercen sobre la silla y la presión de una u otra o ambas pantorrillas del jinete en el lugar preciso según lo que se desea. 
 
Ejemplo, para girar hacia la derecha: 
 
1. Mire hacia donde desea girar, lo que hará que el animal sienta que la silla gira hacia ese lado. A la vez, cárguese un poco más sobre ese estribo. 
2. SIMULTANEAMENTE, traccione un poco esa rienda solamente, y/o sepárela bien hacia la derecha y/o presione con la rienda izquierda el cuello del caballo. Si porta ambas riendas en una mano, éstas deben tener la misma longitud y simplemente desplaza la mano en la dirección del giro deseado, empujando el cuello del caballo con la rienda exterior. 
3. SIMULTANEAMENTE, mantenga su pantorrilla derecha en firme contacto con el flanco del caballo, a la altura de la cincha. 
 
Ya tiene el giro asegurado, aunque puede hacerlo más eficiente con otras maniobras adicionales, descritas en este link
 
Si sólo usa las riendas para generar a un giro, muchos caballos continuarán su trayecto con la cabeza y el cuello girados hacia un lado. Algo similar puede ocurrir en ciertas circunstancias si simplemente tira de las riendas para detenerlo. En definitiva, las riendas no son un buen manubrio ni (adosadas a un bridón) un eficiente pedal de freno. El caballo, como los aviones, requiere de una serie de maniobras bien coordinadas para obedecer. Puede Ud. salirse con la suya empleando gestos burdos, pero cuando el caballo porfía o se empieza a comportar en forma peligrosa para Ud., necesitará mucho más que eso. 
 
Hay dos escuelas en cuanto a la tensión que se debe ejercer sobre las riendas. El estilo campestre las deja bien sueltas y las órdenes que se trasmiten al caballo dependen principalmente de la presión de una rienda sobre el cuello y las piernas, espuelas y penca. Tal vez por eso en el Chile campesino se usan a veces frenos de palanca, espuelas agresivas y existe la funesta penca, curiosamente unida a las riendas, lo que impide una buena toma de ellas. En la monta clásica nunca se usa un freno de palanca para la conducción (aunque sí puede usárselo adosado a un segundo par de riendas para el control de velocidad, pero no trataremos el tema) y se mantiene una tensión suave de las riendas de conducción para que el caballo sepa que está bajo su dominio. Es un juego de tensión y cesión: si el caballo acelera y Ud. lleva a las riendas como su líder le indicará, un leve giro de sus muñecas enviará la señal de que debe moderar su avance y viceversa. Al galope largo o tendido, los codos se estiran y se recogen siguiendo el movimiento de la cabeza del caballo y manteniendo la tensión apropiada. Los codos son para el caballo, el giro de las muñecas para Ud. 
 
El caballo marcha con entusiasmo y el jinete está menos expuesto a incidentes cuando se establece el debido “contacto”: este se define como “la unión suave y permanente de las manos del jinete y la boca del caballo, producto del impulso de las piernas y la tendencia del caballo a estirar su cuello”. Y bueno, hay que adornar eso con un par de detallitos que se resumen en lo siguiente: no “congele” la tensión de las riendas (y como la gestión de éstas va apareada a la de las piernas, no las “congele” tampoco en cuanto a la presión que ejercen sobre los flancos del caballo). Si lo hace es probable que el caballo llegue a creer que necesita porfiarle al jinete. Es que ambas gestiones son dinámicas, no estáticas. Tanto las riendas como las pantorrillas deben permitir ciertas intermitencias: relajar el estímulo de vez en cuando (lo que sólo en largas cabalgatas implica dejar que de tiempo en tiempo que las riendas cuelguen sin nada de contacto si el animal se está portarndo bien). Es difícil explicarlo pero en esencia el caballo debe entender que merece un moderado respiro de la tracción que se le ejerce a su hocico, pero que en cualquier momento Ud. renuncia a eso en tramos peligrosos o sólo para hacer notar que Ud. manda. Y en cuanto a las pantorrillas, pues lo mismo, pero no deje de apretarlo benignamente con frecuencia para que no flojee y adopte un aire perezoso. 
 
¡¡Puff, cuántos detalles!! pero Ud. no está montando a un automóvil en la ciudad sino a un animal que tiene sus propias ideas. Es por eso que la equitación es un arte y cada artista (jinete) dosifica diferentemente a los estímulos según lo que a él le parece mejor para que el caballo se sienta dominado pero no abusado. Nadie en el mundo podría aportarle instrucciones infalibles y yo sólo enfatizo el “feeling”, lo que se siente que necesita su vehículo. En cierta medida se parece a lo de cambiar de marcha en un automóvil de carrera o capitanear a un yate exigiente (”con personalidad”) durante una regata y hasta conducir bien a una moto y volar a un avión, sólo que se complica porque el caballo no es una máquina. Pues nadie en el mundo tiene un “feeling” igual al de otra persona y por eso unos son mejores que otros. Nadie me quitará de la cabeza la idea de que el triste accidente del avión en Juan Fernández se debió, más que a problemas meteorológicos y mecánicos, a un deficiente “feeling” de quien lo piloteaba. Pues todo eso hay que multiplicarlo por N con los caballos, en la justa medida de cada dupla caballo/jinete, pero nunca, nadie, llegará a la perfección. No se desanime, considere todo eso y trate de aplicarlo en la medida de sus posibilidades, pero TRATE como pueda ya que Ud. no es un mero bulto que transporta el animal. Eso del feeling es que que más me apasiona de la equitación y no hay manuales para conseguirlo. Pero majaderamente insisto: no basta montar así no más: hasta donde lleguen sus limitaciones (por básicas que sean) debe hacer lo que pueda para que la dupla sea algo así como un elusivo matrimonio entusiastamente perfecto. 
 
Montura huasa y gestón campesina. Riendas sueltas, manos muy elevadas y muy cerca del cuerpo. El caballo camina penosamente y el jinete tardará en percibir sus reacciones: no hay “contacto”, el cuerpo del jinete está depositando su peso detrás del lugar óptimo para el caballo y cabeza de éste está más baja que la cruz, lo que hace que los pasos del animal pierdan eficiencia.
 
Montura de salto y gestión convencional con bridón. Riendas cortas pero no abusivas, manos a la altura de cruz (alejadas del tronco del jinete). Los caballos caminan con entusiasmo con la cabeza más arriba de la cruz y el hocico dirigido hacia el suelo y los jinetes están en buena posición para percibir cualquier reacción: hay “contacto” y el caballo soporta el peso en el lugar más apropiado. Si de montar al paso se trata, sólo el paso vivo es admisible pues la energía utilizada en recorrer un determinado trayecto es menor que con el paso flojo con la cabeza gacha.
 
Lo de la foto anterior es la situación idea para un paseíto, pero no la aprenderá en un par de sesiones. Para empezar, basta que nunca abuse de la tensión de las riendas para no insensibilizar al caballo del mensaje que recibe a través de ellas, que las tome al nivel de la cruz para tener espacio para frenar al animal y que nunca lleguen más arriba del pomo de la silla para no incitarlo a que levante el hocico. Si los huasos usan otra técnica, no trate de imitarlos: Ud. está tratando de cabalgar tranquilamente y no atacando vacas... 
 
Un error habitual es expresar su propia tensión a través de las riendas. Continuamente revise si no las tiene demasiado tensas. Piense que para el caballo riendas tensas significa “detente” pero si Ud. quiere continuar y lo espolea o taconea, el animal se detiene. Ud. intensifica las señales de partida pero las riendas le dicen que no lo haga y el caballo se confunde, no sabe qué hacer y tal vez se decida por adoptar una conducta inapropiada. Ese error es un magnífico estímulo para que el animal se sienta tentado a corcovear para librarse del agresor que tiene sobre su lomo. 
 
Anótelo para que nunca lo olvide: tensar una o ambas riendas es una orden y el caballo está entrenado para obedecerla porque aprendió que así obtendrá su premio: el cese de la tensión. Entonces, en cuanto obedezca, RELAJE la o las riendas. Si no lo hace, el caballo no consigue su premio, se confunde y se corta la comunicación con el jinete. 
 
Insistiré majaderamente en lo de la tensión que se le debe aplicar a las riendas. Un jinete bien familiarizado con su caballo y si éste no tiene malas costumbres, puede cabalgarlo y hacer maniobras con las riendas bien sueltas. Pero Ud. montará a un animal que no conoce y por mi parte, monto habitualmente diversos caballos que tienen su propio genio y no son precisamente sumisos. Entonces, Ud. y yo en esas circunstancias, debemos hacer que el animal se sienta controlado (en rigor, no sólo con las riendas, pero nos limitaremos a éstas por ahora). No se trata de tenerlas tirantes, sino de un juego de ceder y tensar según las circunstancias. Para empezar, una muy leve tensión y progamarse para cederlas si el “tren delantero” se aliviana o a acortarlas en forma de tracciones intermitentes si se excede en su afán por avanzar o a levantar enérgicamente a la rienda externa si el caballo intenta acelerarse bruscamente y baja la cabeza un poco girada hacia un lado, señales que pueden ser el inicio de un corcoveo. Lo último es un riesgo prácticamente inexistente con el caballo que le asignaremos, pero vale la pena tenerlo presente. 
 
En el Centro Ecuestre, donde tratamos de conseguir una gestión lo más elegante y eficiente posible, manejo las riendas con mayor tensión que con mis caballos campestres. La tensión y el permanente estímulo con las pantorrillas hacen que el caballo mantenga la cabeza erguida pero el hocico apuntando al suelo y que su cuerpo esté “reunido”. Reunir a un caballo es como acortar la longitud de éste, para que sus extremidades posteriores se mantengan en una posición más anterior, bien abajo de su cuerpo y parezca ansioso por acelerarse en cuando el jinete se lo permita. Los pasos (batidas) del caballo se hacen más cortos y enérgicos y el animal está en las mejores condiciones para acelerarse al menor estímulo. La dupla jinete/caballo se ve espectacular pero ciertamente la maniobra requiere que ambos estén bien entrenados y si no se la ejecuta bien el caballo se insensibiliza a la tracción de las riendas y puede dejar de responder a ellas. Esta es tal vez la gestión de la equitación convencional más criticada por los jinetes “western” y campestres en general. Con mis caballos campestres prefiero sacrificar un poco la “reunión” y relajo un poco las riendas, aunque sin dejar que éstas cuelguen laxas a fin de no perder el control instantáneo. No priorizo la “reunión” porque los uso para largas cabalgatas durante las cuales no me interesa para nada que estén 6-10 horas tensos y preparados para acelerarse de inmediato, porque no es eso lo que necesitamos. En la sierra sólo galopamos ocasionalmente y sin necesidad de que el animal responda instantáneamente y además estos caballos serán eventualmente montados por jinetes con poca preparación y quiero que se mantengan más sensibles a los estímulos moderadores generados por la embocadura. Como paso más tiempo montando a mis caballos que los del Centro Ecuestre, con cierta frecuencia el instructor me ordena acortar las riendas... 
 
Una advertencia: si mantiene una permanente tensión de las riendas, sin cederlas cuando el animal obedece, el caballo se insensibiliza a la tensión que éstas ejercen y adopta la opción de tirar de ellas como si ese fuera su destino, lo que anula el estímulo para frenar. Por otra parte, en largas cabalgatas durante las cuales el jinete se relaja y se deja llevar, el animal tiende a olvidarse que lo monta alguien que lo manda y eso no es bueno: siempre debe sentirse dominado. Entonces, conviene recordárselo de cuando en cuando: oblíguelo de vez en cuando a seguir un tramo que no le parece el más lógico y que lo obligue a hacer un cierto esfuerzo adicional. Trótelo de vez en cuando, hágalo girar aunque no sea necesario, etc. En esas condiciones, si le parece que no es conveniente esforzar más a su caballo, no deje de recordarle que Ud. lo monta. Ejemplo: cuatro o cinco horas cabalgando por una pampa monótona requieren riendas relativamente sueltas. El caballo, ya cansado, sigue la huella o a la tropa y se olvida de Ud., lo que no debe permitirse porque al menor estímulo puede asustarse y hacer lo que le resulte más fácil: huir de improviso. Para recordarle permanentemente que Ud. lo monta, podría bastar con hacer vibrar con suavidad de vez en cuando a una de las riendas para volverlo a sentirse dominado. Esto es más importante de lo que parece por lo siguiente: 
 
Cuando la sesión ha terminado, el caballo debe sentirse dominado aún. Tal como él se sintió cuando Ud. se retira, lo encontrará cuando vuelva a interactuar con él. Si tuvo una actitud rebelde y Ud. se asustó y se fue sin corregirla, será rebelde cuando vuelvan a juntarse. Si, agotado por una larga cabalgata, Ud. renunció al mando, no le obedecerá bien cuando vuelva a montarlo. En otras palabras, aunque no sea más que con la periódica vibración de una rienda, no deje de recordarle que Ud. lo monta, hasta el mismo fin de la sesión. 
 
Una vez más, no todos los caballos tienen las mismas costumbres y todos deben montarse de la manera más apropiada para la gestión que se les pide. El líder debe cuidarse de informar las peculiaridades de cada caballo y asignarlos según la experiencia del jinete. Conozco bien a nuestros caballos y los trato de acuerdo a su carácter. Pero en el centro ecuestre, aunque me tenían asignada a una yegua muy poco peligrosa, a veces me hacían montar a otro animal: mi instructor es responsable del cambio, me advierte claramente los posibles problemas, lo monta él primero para evaluar con qué genio amaneció y luego lo monto con prudencia y la interacción inicialmente tendrá unos tira-y-aflojas de ambas partes, hasta que nos sincronicemos. Prudencia y un disciplinado acatamiento de las instrucciones es lo que procede en esas circunstancias. 
 
Lo que no debe suceder es, por poner un ejemplo real, que un desconocido “acostumbrado” en Nivel 1 (”incompetencia inconsciente”, que no supimos valorar a tiempo) monte, despreciando las advertencias del líder, al Chinchorro II (QEPD), un caballo que inicialmente expresaba una inocente inquietud y porfía: se le advierte que basta con no exigirlo pero pone cara de “a mí no me dan instrucciones” y en cuanto el animal alega un poquito con las benignas reacciones que tantas veces hemos experimentado nosotros y mis familiares inexpertos, el “acostrumbrado” se asusta, abusa de las riendas obligando (sin saberlo) a que el animal retroceda y ambos se caen a una zanja. ¡Por suerte no estaba usando un freno de palanca! Nada parecido a eso le sucedió a mi nietecito en sus primeras experiencias, porque me hace caso (Nivel 2, ”incompetencia consciente”), pero el “acostumbrado” era demasiado “macho” como para confesar su inexperiencia y aceptar consejos, se asustó por lo mismo y abusó de las riendas. Nunca antes ese caballo había provocado un incidente con jinetes novatos ni experimentados. ¿A quién culpar?: pues al sujeto que creyó que bastaba creer que tiene las agallas para cabalgar como los verdaderos jinetes, novatos o experimentados. La soberbia del jinete, esa es la causa de la mayor parte de los incidentes... 
 
El Chinchorro tratando de asustar al jinete. Hasta entonces nunca había botado a nadie, pero expresa su malgenio zapateando con las manos, retrocediendo, tratando de girar a su gusto y en definitiva, tratando de demostrar que él manda. Para quien no lo conoce, basta soportarlo un rato sin agredirlo con las riendas y se le pasa, pero yo no le permito salirse con la suya para que siga siendo inofensivo. Nótese que, para abortarle un giro no comandado, la rienda derecha está tensa, pero la izquierda relajada (flecha roja), gestión que sólo resulta con una embocadura tipo bridón. Si me asusto y tiro de ambas riendas, retrocederá y caeremos a la zanja. Las riendas son una vía de comunicación, no elementos para afirmarse. Para eso está la tuza para los principiantes...
 
El manejo de las riendas está muy relacionado con la postura del jinete, lo que se trata en la siguiente sección. Sería lato describir todas las alternativas, pero como norma general ni lo uno ni lo otro debe ser rígido: el jinete debe procurar que su peso esté en una posición concordante con el centro de gravedad del animal, el que varía según el aire y si sube o baja una pendiente, etc. Fácil de decir pero difícil de aplicar si no se tiene experiencia. Las riendas deben manejarse con firme suavidad (valga la redundancia) y adaptación a las mismas circunstancias. Un ejemplo: una valerosa amiga que ha cabalgado harto por la sierra, tiende a inclinar su cuerpo hacia adelante cuando se ve en problemas o situaciones difíciles, a la vez que sus brazos tienden a mantenerse rígidos, conspirando con la “firme suavidad”. Bajando una cuesta arenosa, el caballo, algo mañoso, bajó la cabeza como todos suelen hacerlo de vez en cuando y ella cayó pasando sobre la cabeza de éste: simplemente, no estaba bien equilibrada y la rigidez de sus brazos hizo que las riendas la catapulcaran hacia adelante. Aunque el instructivo de caballería del Ejército indica que en un descenso el cuerpo se debe inclinar hacia adelante para ayudar al caballo, lo aconsejable para los jinetes no avezados es inclinar el torso hacia atrás y adelantar los estribos, lo que aporta estabilidad para acortar las riendas cuando procede. Además, si monta una silla inglesa o de salto, debe apretar bien los muslos al ascender o descender una pendiente (pero no a las pantorrillas para no acelerar al caballo), a fin de evitar que la silla se deslice hacia la grupa o el cuello. 
 
A estas alturas, ya sé que el jinete novato está confundido con tantas instrucciones y hay más aún. Ya expresé que pretendo ayudar a los novatos y corregir a “los acostumbrados”, pero es imposible aportar recetas simples porque la equitación es un arte y una técnica que nunca se logra dominar por completo. Si cabalga con nosotros le iremos dando instrucciones apropiadas a las circunstancias y a la capacidad del jinete y el genio del caballo. Nadie, y mucho menos quien escribe, es un jinete perfecto, pero lo básico sirve para situaciones no extremas. El mejor consejo (y me lo aplico constantemente) es: no sobrevalore su capacidad, no intente emular las proezas de los más avezados, sea prudente y hasta cobarde si quiere y no tema pedir consejos... 
 
En definitiva, obedezca al líder, monte la silla que prefiera pero con riendas clásicas (casi sin tensión) y embocadura simple (bridón), equilibre su torso con lógica (para eso debe sentirse relajado y dueño de la situación) y trate de aprender qué es lo que motiva al caballo a dar la respuesta adecuada. Eso depende en gran medida de cómo se le adiestró. Se adjunta un video que demuestra que un jinete que sabe cómo mandar puede hacer lo que él quiere con el caballo, hasta abortarle un corcoveo. Para los principiantes: fíjense en la gestión con las riendas. 
 
Postura 
 
Cualquiera sea la técnica que utiliza, siéntese bien. La tendencia del “acostumbrado” es dejar que su dorso y cuello se flecten hacia adelante, lo que no sólo dificulta el “contacto” sino que exige un mayor esfuerzo de los músculos de la espalda y terminará agotado tras pocas horas de cabalgata y es peligroso por lo que sigue. El tronco debe estar vertical, los hombros forzados hacia atrás, el cuello recto y los ojos mirando hacia el horizonte para mantener a la cabeza ergida como posición básica. 
 
Ante un caballo desconocido o mañoso exagero la postura: mantengo mi tronco un poquito inclinado hacia atrás por una muy buena razón: si ya algo sabe de caballos lo que es más probable que lo bote es un corcoveo y es mucho más peligroso que caerse por una parada de manos. Parecido a los corcoveos, al detener bruscamente un galope, los caballos recientemente domados suelen frenar con las manos, levantando la grupa. En una silla chilena, australiana o inglesa (si sabe usar sus rodillas) no se caerá por culpa de que sus nalgas resbalen hacia adelante, sino porque su cabeza y tronco se van hacia adelante y dependiendo de la intensidad del corcovero será lanzado por sobre la cabeza del caballo o quedará abrazado del cuello de éste con sus nalgas en la silla: porrazo casi inevitable. Si su tronco está un poco dirigido hacia atrás, la dinámica del corcoveo no hará más que aumentar su contacto con la silla, impulsará con menos intersidad a su tronco hacia adelante y sus asentaderas no resbalarán hacia adelante gracias al alto borrén anterior de la silla chilena, los alerones de la australiana y la buena gestión de sus rodillas con las inglesas y australianas. ¿Y si el caballo se para de manos?: es mucho más fácil y casi instintivo inclinar su dorso hacia adelante SI NO SE AFIRMA DE LA RIENDAS, sino que las suelta (o casi las suelata  para los más avanzados). Y bueno, si se cae, tiene muchísimo menos riesgo de quebrarse el cuello. 
 
He de insistir en lo de mirar hacia el horizonte. Si sus piernas, nalgas y torso están bien posicionados, mirar hacia el suelo cuando no es necesario desarma al conjunto. Alguien inventó el concepto de “soft eyes” (”mirada relajada”), que significa que sus ojos miran hacia el horizonte pero no se enfocan en ningún punto determinado (salvo situaciones puntuales). Así Ud. verá al entorno un poco como lo hacen los caballos, abarcando el máximo rango de visión posible en forma un tanto imprecisa, además que le ayudará a mantener a su cabeza erguida, y al resto del cuerpo en consecuencia. Por cierto, si percibe algo que merece atención, obsérvelo, analícelo por un instante y si no obliga a un cambio en la dirección o velocidad del trayecto, vuelva a la “mirada relajada”. El caballo NO PUEDE VER DONDE POSA SUS MANOS: las posa en función de lo que vió cuando se estaba acercando al lugar. En otras palabras, por tonto que sea planificó con anticipación a sus próximos pasos. Cuando encuentra algo extraño, como una zanja que no le es familiar o un descenso muy pronunciado, el caballo se detiene, baja la cabeza para poder verlo, olfatearlo y analizarlo y luego se decide a rechazarlo o a aceptarlo pero cambiando su paso (saltarlo, por ejemplo): deje que lo investigue, aunque se detenga , si cree que será capaz de cruzarlo, estimúlelo luego pero sin violencia. Si lo rechaza, no pierda el mando, “ordénele” otro trayecto y déjele al entrenador la tarea de resolver después la porfía sin aterrar al animal. 
 
En cuanto a visión del entorno, si no sabe entrenar a un caballo haga pues lo mismo que hacen éstos para conservar su posición y para pensar como caballo. Ahora bien, no es pecado fijar por unos instantes su mirada hacia donde el caballo posará sus manos en el próximo paso, pero sólo por un instante, salvo excepciones. Una de ellas nos es muy familiar a quienes cabalgamos accidentadas y empinadas huellas troperas en la cordillera, en particular durante el descenso, para dirigir el paso al lugar preciso (más fácil con bridón y una rienda en cada mano). Durante el ascenso, en cambio, el caballo tiene una mejor visión del tramo que le espera y toma sus propias decisiones con más eficiencia. Pero, si en terreno relativamente plano y benigo como un camino vehicular de tierra, Ud. insiste en mirar sólo hacia el suelo, tarde o temprano aprenderá que sólo consigue observar el lugar donde aterrizará de cabeza si el animal hace algún movimiento brusco, porque al hacerlo Ud. deterioró su mejor posición para enfrentar un incidente, aunque sea un simple tropiezo del animal. Si es un aprendiz, sepa que los caballos suelen tropezar, hasta quedar arrodillados a veces y lo que le evitará volar por encima de la cabeza del caballo es una postura erguida y lo mejor que puede hacer para conseguirla es mantener su mirada hacia el horizonte y los talones apuntando hacia el suelo. 
 
En cuanto monte, impida que su caballo avance, respire profundo, arquee la parte baja de su espalda para que las nalgas sobresalgan hacia atrás y su panza hacia adelante y lleve sus hombros hacia atrás. Así serán los huesos de la columna y no sus músculos dorsales los que soportarán el sube y baja de todos los aires del caballo y ahorrará energía. Uno tiende a perder esa posición, por lo que de cuando en cuando respire hondo, acomódese y mire hacia el horizonte. Cada vez que se sienta incómodo o cansado, o mejor cada cierto tiempo como rutina, respire hondo y enderécese. Tras unas seis horas de cabalgata, quienes no lo hacen quedan agotados, mientras los otros conservan la energía para armar la fogata en el destino... 
 
Monte así y mire hacia el suelo si quiere llegar agotada.
 
Monte así si quiere llegar dispuesto a encargarse de la fogata, mientras los demás apenas se mueven. La jinete es la misma persona, Paula, mi hija mayor, pero algunos días después de una cabalgata de ocho horas. La letra, con sangre entra, pero faltan muchos detalles. Por ejemplo, fíjese en la posición del talón del pie de ambos jinetes: la más apropiada es con el talón bien presionado hacia el suelo, más abajo que la planta. Observe luego la diferente posición de los brazos y de las manos. El jinete de atrás va mucho más relajado: nunca se termina de aprender...
 
No se aprende a estar bien montado en un par de sesiones: requiere algún tiempo y a un buen instructor. Sin instrucción es natural y comprensible hacerlo todo mal: 
 
Primera monta, defectuosa gestión instintiva. Hago notar que se trata de un persona valiente con excepcionales cualidades y una inmensa capacidad de aprendizaje, pero eso no basta sin un instructor pues nadie nace sabiendo cómo montar y justamete por eso le dedico tanto texto a esta foto. Vamos viendo: 
Su manejo de las riendas es lo que nos parece instintivamente natural pero es muy deficiente: las manos están muuuuy elevadas y muy cerca del cuerpo (los codos flectados al extremo), lo que anula toda su eficiencia y en todo: frenar al caballo, dirigirlo y evitar que el caballo levante la cabeza en peligrosa rebeldía (en este caso poco probable por efecto del bajador, el aparejo que va de la cincha a las riendas). Los pies están embutidos a concho en los estribos y el talón elevado al máximo: malo, malo y aunque no sepa aun cuán importantes son los talones para comunicarse con el caballo (por precaución que nunca debe omitirse, los estribos son de seguridad y se abrirán si la jinete se cae, evitando que sea arrastrada con peligrosas consecuencias). Y no sigo con otros detalles pero lo cierto es que la yegua está nerviosa, enojada o irritada porque no sabe qué hacer y eso lo demuestra moviendo enérgicamente la cola de un lado para otro y empieza a echar a sus orejas hacia atrás, señal que anticipa su ira y/o afanes de agredir. Lo único bueno de ese evento fue la valentía de la jinete que se atrevió a montar a una de las yeguas más altas de Arica y a menudo poco tolerante. Toda su vida la pasó montada por jinetes eficientes y de pronto se encuentra con lo que nunca vivió antes en términos de gestión. Mi disculpa es que yo estaba muy cerquita e intervine de inmediato para evitar un posible desastre. Y bueno, hay caballos-bicicleta que aceptan lo que sea del jinete, pero ésta es una yegua de elite que tal vez nunca fue montada más que por jinetes bien entrenados. Moraleja: si ha de montar a un caballo no campesino-con-alma-de-bicicleta, nunca lo haga sin un instructor dedicado enteramente a su seguridad. 
Bueno, debo halagar a la jinete por mejorar enormente su gestión cuando volvió a montar a otros caballos.
 
Tras meses de montar con cierta regularidad, mi nieto trotaba, galopaba y manejaba las riendas con seguridad y eficiencia y era capaz de mantenerse a bordo y controlar un corcoveo suave. Pero eso no es suficiente, debía mejorar su postura para estar en mejores condiciones para enfrentar situaciones de mayor dificultad y riesgo. Había detalles que pulir: 
 
Brazos, riendas y eje del cuerpo en buena posición, pero el dorso está arqueado e Israel está sentado muy hacia adelante. El problema radica en la posición del pie, con el talón levantado. Por esta vez no usaba casco, a medias excusable porque el terreno era tierra blanda cubierta de césped, sin piedras. Si le permití montar con zapatillas, era porque disponía de estribos de seguridad.
Bastó una orden: ¡baja los talones! y el tronco se endereza y se corrige el lugar de contacto con la silla. Sólo le falta colocar las manos una muy cerca de la otra e inclinar un poco el dorso hacia atrás.
 
Tiempo después, en el centro ecuestre y tras 9 meses de instrucción formal, un caballo odioso inicia un galope con demasiado entusiasmo. Mi nieto Israel lo controla bien y confiado en sí mismo. Su tronco inclinado hacia adelante le está enviando una señal de moderación. Pero... sus pies están demasiado embutidos en un estribo corriente y los talones están levantados. Lo primero podría dejarle atascado un pie si se cayera y lo segundo deteriora su equilibrio. Hacer que los talones apunten al suelo va contra nuestros instintos pero debe ser una preocupación permanente para que pase a ser algo natural.
 
Más críticas, usando como ejemplo a mi gente para que nadie se sienta agredido. Mi hijo mayor, alias “Pelecho” (el padre de Israel), es un entusiasta deportista y entre otras muchas habilidades es uno de los más conspicuos surfistas de Chile. En su adolescencia se entrenó en el Centro Ecuestre Militar de Arica y llegó a ser eficiente en los saltos de valla, PERO, no le corrigieron pequeños detalles que sin mucho esfuerzo consiguen una mejor performance. Más de dos décadas después, se encarga de familiarizar a la recién adquirida yegua Hipnótica, un lindo y amable ejemplar de 13 años que pasó su vida encerrada en un estrecho espacio o saltando en el picadero, pero que poco conocía del (para esos caballos) temible espacio abierto y sus potenciales amenazas. Pelecho lo hizo bien porque es muy hábil, pero mostró sutiles deficiencias que pueden llegar a ser importantes y que no cuesta nada corregir: 
 
Pelecho deteniendo a Hipnótica. Sus manos están muy elevadas y permiten que la yegua levante la nariz, lo que no es deseable en términos de sumisión del caballo. Su tronco está arqueado, lo que genera cansancio y sus hombros no están forzados hacia atrás. Hábil como es, podría haber soportado cualquier reclamo inesperado de la yegua pero, bien montado, le habría resultado más fácil. Pero lo más importante (malo) es que no le está impidiendo a la yegua que levante el hocico...
 
Más detalles, pero que conste que confío en la capacidad de mi hijo para dominar a un caballo desconocido, sólo que quisiera que su gestión fuera óptima para soportar y controlar un exabrubto del animal: 
 
Pelecho probando a la Hipnótica. Yo hubiera querido que sus rodillas estuvieran adosadas al vientre de la yegua. Eso le habría aportado seguridad ante un desaguisado y además habría impedido que sus pies estuvieran en una posición oblicua en relación al eje del tronco del caballo. Bastaría que apretara sus rodillas para que los pies (y los espuelines)  se acomodaran siguiendo el eje longitudinal del caballo y así evitar estímulos no deseados y a la vez optimizar los que deben aplicarse. Son sólo detalles, pero ¡vaya que cuentan cuando el animal no responde como se espera!.
 
Pues bien, los pequeños defectos que he señalado tuvieron un costo. La yegua nos llegó algo desnutrida y alguien nos advirtió que era difícil de detener y que debíamos ponerle un freno más agresivo que un simple filete y una cabezada convencional en vez de nuestra simple jáquima-rienda, para que se sintiera más controlada. Cuando la fui a buscar la monté con cautela pues no la conocía y debía evaluarla sin considerar lo que me habían contado de su pasado y con mis aparejos simples y sin fusta. Solos por la pampa cabalgamos un par de horas y se portó muy bien, aunque asustada a ratos por todos los estímulos externos del campo, a los cuales no estaba acostumbrada. Percibí cierta porfía que ella trataba de conseguir levantando el hocico, pero no me costó impedírselo, abortándole sus intentos con mis manos bien abajo de la tuza y un enfático manejo de las riendas. Tras una media hora galopamos, lento al principio, con más énfasis cuando me sentí más seguro. Ningún problema para detenerla pues no le permití levantar el hocico, lo que disminuye drásticamente el efecto de la gestión con las riendas. En resumen, flaca como estaba no era difícil controlarla y pasaron un par de meses montándola yo sólo muy ocasionalmente y mi hijo haciéndolo casi a diario. 
 
De pronto, ya recuperado su estado nutritivo, mostró su fuerte carácter: si no quería avanzar se negaba con el hocico levantado y si se le insistía se paraba de manos y Pelecho recurrió a la fusta para tener más opciones de mando. Me preocupó eso porque la creía tan benigna que le había permitido a mi descendencia y alumnas montarla en mi ausencia y porque quiero que ella aprenda a obedecer sólo con las ayudas corporales, piernas y riendas, negándome a usar fusta (sólo la uso con caballos que no son de mi responsabilidad, no adiestrados según lo que me parece más racional). La evalué montándola con jáquima-rienda y el filete simple pues yo la quiero dócil con mi simple aparejo y ciertamente repitió inicialmente su porfía, pero tras menos de una hora recuperó su obediencia inicial porque nunca le permití levantar el hocico, bajando drásticamente mis manos cuando lo intentaba. ¡Ahhh! debe haber pensado: este jinete, pese a que no usa fusta, no me va a dejar hacer mi gracia y mejor me porto bien. 
 
¿El problema?: quién sabe por cuánto tiempo no le controlaron oportunamente su maña porque en el picadero y para saltos de valla tal vez eso no parecía importante. Y entonces creyó que le era permitido repetirla cuando quisiera y varias veces volvió a intentarla conmigo y se paró de manos enojada y ciertamente lo repetiría una y otra vez con mi gente, algunos de ellos menos eficientes en el manejo de las riendas. Tal vez por lo mismo tenía fama de ser difícil de detener fuera del picadero, porque quienes la montaban no conseguían bajarle el hocico para detenerla. He montado a más de algún caballo “difícil de detener” y no recuerdo (por ahora) problemas para conseguirlo pero sí que tuve que exagerar la posición de mis manos. 
 
Pues no tuve grandes problemas con la Hipnótica, pero como la quiero para que la monte cualquiera de los jinetes poco o medio avezados de mi ámbito y no todos ellos manejan bien la posición de las manos, le adosé una martingala (”bajador”) para impedirle levantar el hocico y así (tal vez) impedirle la maña cuando no la monte yo. Hasta ahora me pregunto si este aparejo servirá sólo para impedirle que anule a las riendas con la posición de su cabeza o si le enseñará a desistir de su maña. El tiempo lo dirá. Poco me gustan los aparejos accesorios pero le pondremos martingala cada vez que no la monte yo. No estoy 100% seguro de que se le pueden quitar las mañas a un caballo adulto para siempre: creo que cada vez que pueda volverá a intentarlo y necesitaré mucho tiempo para decidirme a quitarle la martingala. 
 
¿Moraleja?: permítasele a un caballo salir con la suya varias veces y no deja de aprender a portarse inadecuadamente. Y si Pelecho no pecara de ese “pequeño” defecto (unos pocos centímetros de más en la posición de sus manos), ¿habría reaparecido su maña ahora que iniciaba una vida nueva a partir de un estado decaído por su incipiente desnutrición o se habría “redefinido” a un nuevo estilo de mando? Carezco de la experiencia necesaria para responder a esa duda pero me queda la idea de que sólo unos pocos centímetros podrían haber evitado un problemilla que demorará quién sabe cuánto tiempo en resolverse. Por eso, insisto, hay que montar a todos los caballos no como se puede sino COMO SE DEBE y buena parte de eso es el correcto posicionamiento de todo el cuerpo del jinete: manos, tronco y piernas. Eso se aprende en un centro ecuestre y no con sólo montar y montar. No olvido la insistente corrección de quien me inició en la equitación clásica: el Suboficial Sergio Arias insistiendo una y otra vez por años: “las manos bajitas, bien juntas y bien controlada la cabeza”. 
 
Fusta o Penca 
 
En cuanto a la controversia fusta-penca: la penca se presta para generar estímulos poco refinados que suelen parecerse más a un castigo, además de que complica el manejo de las riendas con dos manos. Definitivamente prefiero la fusta, pero para un novato, tomar bien las riendas y además portar una fusta puede prestarse para mayores confusiones y por eso quiero que mis caballos aprendan a responder sin ese recurso. aun más, para largas cabalgatas no la uso pues termina molestándome. En vez de ella, la rara vez que lo necesito uso el extremo libre de la “mecate”. Esta es una cuerda flexible de unos 4-5m que se amarra a la jáquima o a una argolla del bocado y luego se le amarra al pomo de la silla o se sujeta con el cinturón dejándola tan suelta como una rienda no tensionada y su extremo libre (chicote) se deja colgar más o menos a la altura de la rodilla del caballo. Con éste, se pueden dar suaves toquecitos en los hombros o grupa para estimular al caballo. Además, el “mecate” sirve para sujetar al caballo si debe desmontar de emergencia y para amarrarlo a un árbol durante los descansos cortos. Es simple, improvisable, extremadamente útil y podemos enseñarle su uso en terreno en menos de un minuto. Si lo complica, por lo menos retire la penca y reemplácela por una cuerda suave y flexible de la misma longitud: pesará menos y será más suave el estímulo que provoque. Otra alternativa es amarrarse a una muñeca una cuerda similar, de no más de un metro de largo. 
 
Esas son las opciones, pero debo insistir en que casi nunca uso ninguna de ellas con mis caballos. Es decir, excepto cuando me ejercito en el picadero y el animal es flojo o muy porfiado, no golpeo a mi caballo con nada (y si lo hago es un toque sueve o medianamente enérgico) y aun así consigo lo que quiero con casi todos ellos. ¿El secreto?: utilizo todas las otras órdenes (lenguaje corporal, estímulos verbales y otros). La orden más eficiente me parece que es la información que el caballo recibe de las piernas y el talón (o espuelín) del jinete, y siempre termina resultándome aun en un caballo de campo. Para que esta gestión sea eficiente, necesito estar sobre una silla “forward” (inglesa, de salto, adiestramiento, etc.) o mi silla australiana., porque éstas dejan a mis talones en la posición precisa para impartir diversas órdenes y a mis pantorrilas en estrecho contacto con el caballo, para que sienta cuando lo presiono con éstas. Sería lato describir todas las maniobras y sólo me referiré al inicio de un galope. 
 
Aunque con notables excepciones, la inmensa mayoría de los jinetes intuitivos que conozco inician el galope desordenadamente, taconeando al caballo, inclinándose hacia adelante, lanzando las manos hacia adelante con los codos separados del tronco, emitiendo gritos y golpeando repetidamente las ancas del caballo con la penca o fusta. Generalmente sólo consiguen que el caballo inicie un trote y que sólo galope cuando se le sigue castigando con la fusta o penca. ¿Cuál es el error?: no conocen el “Tablero de Mando” del caballo porque desconocen la dinámica del galope. 
 
En contraste, lo que aprendí en el centro ecuestre es coordinar las órdenes con la secuencia que siguen las pisadas del caballo. Este inicia el galope con un impulso de la extremidad posterior del otro lado de la mano que tiene posada en el suelo. Para iniciar un galope, ya sea al paso o trotando, cuando la mano izquierda pisa el suelo (o la derecha, dependiendo de si galopará siguiendo una curva en uno u otro sentido), además de apretar con mis pantorrillas, inclinar mi tronco hacia atrás y acortar un poco la rienda del mismo lado (lado “interno”), presiono con mi talón interno a la altura de la cincha o por delante de ésta para que la extremidad anterior reciba la orden de desplazarse con energía hacia atrás, a la vez que al otro lado aplico presión por detrás de la cincha para forzar a la extremidad posterior (“externa”) a dar un impulso con mayor energía. Así, la mano interna “se mete” bajo el vientre y la pata externa se aleja con fuerza de éste. Así es como un caballo inicia el galope cuando no lo están montando. Traccionar la rienda interna intensifica el estímulo para una adecuada configuración de la gestión de las extremidades internas. Al desplazar mi tronco hacia atrás, empujo la silla hacia adelante y, si le doy un par de besos sonoros, estimulo globalmente al animal. Parece complejo, pero tarde o temprano se automatiza la gestión. El resultado es que, de inmediato o a muy corto plazo, casi cualquier caballo obedece iniciando de inmediato el galope, sin el molesto y desestabilizador trote previo. 
 
Si se practica repetidamente esta secuencia se hace tan automática como la necesaria para conducir a un auto. Con la Sumalla, mi yegua regalona, que no le gusta a mis amigos porque es asustadiza y para ellos impredecible y aunque a veces le pone una fuerte dosis de emoción a mi vida, estamos ya tan sincronizados que me parece que basta querer que galope y ella responde de inmediato. Muchos dirían que es “inteligente”, pero la verdad es que es tan tonta como cualquier caballo pero como sólo yo la monto, entiende muy bien mi lenguaje corporal, aun cuando está de mal genio. Su conducta es a veces temible cuando la montan otros, sólo porque no la comprenden: fue estúpidamente hostilizada antes de que la comprara, porque tenía fama de “mala”. A mí me ha botado sólo un par de veces y por malas gestiones mías, nunca necesito pegarle, pero prestamente me hace una jugarreta si la trato como si fuera una bicicleta. Como nunca la estimulo con fusta, penca o chicote de macate, puedo azotar la grupa de una mula floja frente a sus narices y no se inmuta. Desde que es mía aprendió que la amenaza de un chicote jamás le afectará a ella. Algunos critican mi tolerancia ante sus arrebatos, pero yo se los he ido quitando sin castigos corporales y trato de evitarlos enseñándole que puede confiar en mí. Traumatizada en su juventud, tal vez nunca será confiable para otros jinetes... 
 
Lo que describí en párrafos anteriores es la técnica para “galopar a la mano”, indispensable en el picadero, desconocido en el campo. El caballo debe definir cuál es la mano que debe apoyar para el tiempo suspendido del galope y como se ha descrito ésto se consigue indicárselo sin que él mismo tenga que decidirse tras un trote previo y estimulado por los pencazos. A corto plazo, (casi) todos los caballos responden de inmediato a esas órdenes, aun desde el reposo y aun los animales de campo. La gestión puede ser difícil para un principiante, pero su lógica le debe ser comprensible pues es como hacer partir a un auto: hay una muy definida secuencia de gestiones y nadie lo hace partir en tercera pretendiendo que apretando el acelerador conseguirá el efecto de iniciar la marcha en primera y etcétera. 
 
¿Y la fusta?: sólo ocasionalmente útil en el picadero para acelerar un aire de un caballo no adiestrado por mí (paso, trote o galope), pero no para pasar de uno a otro y casi nunca la uso en terreno. 
 
Montar y desmontar 
 
Una advertencia más, tal vez la más importante pues, como con los aviones, las instancias más peligrosas son despegar y aterrizar. He observado con mucho interés a muchos jinetes de todos los pelos y creo que lo peor que hacen es montar y desmontar y curiosamente parece no importarles y toleran con indiferencia conductas inapropiadas del caballo. Me asombra porque creo que el inicio y el reinicio de la cabalgata debe ser armónico para evitar rebeldías o faltas de respeto ulteriores. A veces los jinetes son tan hábiles que no les importa montar a un caballo que está girando o avanzando o que reclama en cuanto se siente montado, o bien el animal está impedido a reaccionar como quisiera porque un mozo de cuadra controla al caballo desde cerca de la embocadura y tal vez otro impulsa al jinete evitando las fuerzas laterales que afectan al animal durante la montada. Pero otra cosa es montar a un caballo en el descampado y sin ayuda y es allí precisamente donde la gestión debe ser armónica, simplemente porque es vital y no se cuenta con ayudantes y es precisamente donde lesionarse crearía grandes problemas. Al montar, el caballo debe estar detenido, tranquilo y en una posición balanceada para soportar las fuerzas desequilibrantes que generará la monta. Así se inicia una interacción que tiene que ser armónica, con el caballo respetando a su jinete y viceversa. Puede Ud. ya tener posado su pie izquierdo sobre el estribo, pero no intente montarlo hasta que las 4 extremidades del animal estén absolutamente inmóviles y es su problema conseguirlo si no cuenta con ayudantes. 
 
Pues una situación frecuente es que el caballo, en vez de permanecer quieto, intente evitar que lo monten: eso suele ocurrir por mera maña o porque no lo han montado por algún tiempo o porque simplemente no tiene ganas de permitirlo. Pues empiezo expresando que a muchos caballos “domados” nunca se les enseñó a retroceder y eso implica una deficiente doma. Pero bueno, supongamos que Ud. pretende montar a un animal “bien” domado (a los que de cuando en cuando hay que hacerlos retroceder una vez montados, aunque se exiten un poco porque eso no les es cómodo ni natural). Con mis caballos la solución a la resistencia a ser montados es hacerlos retroceder con las riendas y Ud. enfrentándolo, unos cuantos pasos y luego hacerlo avanzar un paso. Reinténtelo y si se sigue resistiendo, repita la secuencia cuantas veces sea necesario y casi seguro que entenderá el mensaje: ”si me sigo resistiendo tendré que andar para atrás otra vez y ya estoy harto de eso y mejor me rindo”. Santo remedio, la repetición de los “castigos” benignos hasta que el animal se rinda es la esencia de todo lo que se refiere a los intentos del animal por no aceptar que Ud. manda.... 
 
A los caballos no les gusta en absoluto que de pronto Ud. les cargue lo que Ud. pesa hacia un lado y tampoco le gustaría a Ud. que lo desestabilizaran de la misma manera. Por eso la monta debe ser rápida y eficiente, haciendo Ud. un fuerte esfuerzo muscular para minimizar los efectos sobre el caballo. Además, el proceso debe completarse bien y al primer intento. Ya una vez montado, se puede controlar al animal y éste se siente menos incomodado. En otras palabras, si Ud. no tiene la fuerza necesaria y/o no domina la técnica, fracasará su primer intento y el caballo entonces piensa que puede librarse del jinete. No le quepa duda que al segundo intento el animal se resistirá con mayor o menor énfasis según su genio y entrenamiento, tal vez arrancando o parándose de manos: lo he presenciado muchas veces y vivido más de una vez. En definiva, planee cuidadosamente la monta y si no está seguro, pida ayuda y/o monte desde un lugar más alto que las patas del caballo, como un piso, una roca, un desnivel del terreno, etc. 
 
Hay un concepto que quiero que quede bien claro. Conozca o no conozca al caballo, la tolerancia de éste no será siempre la misma y puede depender de factores que son incomprensibles para un humano. El caballo puede ser sumiso, tal vez se dejó que lo aparejaran sin resistirse, pero a la hora de montar el caballo le hará saber lo que “piensa” en ese momento. Ya lo he dicho, los caballos no “piensan” sino que reaccionan a instintos que protegen su vida y a otros que le indican quién es el que manda y ese tiene que ser Ud. En el momento en que lo monta, el animal debe decidirse por aceptar su autoridad o rechazarla. Los caballos bien domados, cuando se comportan bien, saben que no deben temer la monta, pero circunstancias no perceptibles para los principiantes pueden llevarlo a rechazar la maniobra. No es frecuente, pero si ocurre y el caballo se libera de la monta es un desastre, pues ya sabe que es él quien manda. No lo olvide: los caballos, todos ellos, obedecen a un líder y éste debe dominarlos al primer intento. 
 
Puede ocurrir (y lo he visto y vivido) que el caballo no quiera que lo monten porque “se cree” dueño de su gestión tras, por ejemplo, haber rechazado a un mal jinete, porque está asustado o malhumorado o porque le duele algo. Por eso, revise bien que su dorso no tenga lesiones dolorosas, que la silla o el mandil no lo dañe, antes de montarlo. Si le parece que no está cómodo, revise el aparejo y si éste está bien instalado paséelo un rato antes de montarlo para tranquilizarlo y/o detectar lesiones. Los caballos no hablan, reaccionan; entonces explore sus reacciones para tratar de averiguar qué es lo que “piensa” ante una posible monta. Eso sirve, pero igual no sabrá lo que el caballo “piensa” hasta que no lo monte. Casi siempre no habrá incidentes si Ud. maneja bien la situación, pero nunca deje de montarlo preparado para todo pues sólo cuando lo haya hecho descubrirá lo que el caballo “piensa” o siente. Montar es el momento más crítico de la interacción con el caballo. Lo acepte o no, ya montado es más fácil controlarlo, si Ud. sabe hacerlo. Sus reclamos serán más fáciles de controlar con prudencia y buen criterio, pues ya sabe quién manda. 
 
Consejo para principiantes o jinetes de caballos difíciles: nunca monte a un caballo “fresco” (no montado recientemente) sin ayuda: que su dueño o alguien que sepa de caballos lo controle mientras Ud. lo monta y que no vaya Ud. a fallar en el primer intento. Que el caballo se haya comportado bien antes no es ninguna garantía que lo hará esta vez. 
 
Ya he expresado repetidamente que mi yegua Sumalla puede ser muy difícil cuando quiere. Pues una vez, bajo circunstancias muy especiales y en medio de una sierra tan agreste que es imposible transportar a un herido en una camilla, al intentar montarla se lanzó en una loca carrera en el momento en que mi pie derecho había perdido contacto con el suelo y preferí abortar y dejarme caer. Después logré montarla y cansada por días de cabalgata por la sierra, no me dió más problemas. Pero asumí que, como es natural en los caballos, había aprendido que así se podía liberar de mí cuando quisiera. Pues ya de vuelta a Arica, descansada y bien alimentada tras una semana sin montarla, en el mismo lugar donde (casi) siempre la monto sin conflictos, repitió enérgicamente la rebeldía. Bueno; yo pensé en fracciones de segundos que ya no era tan importante lesionarme pues tenía acceso fácil a buenos traumatólogos y que tenía que quitarle la maña, ahora o ahora para que no la repitiera. Por fortuna monto con mi cuerpo enfrentando a su grupa (al revés de lo que parece y es más fácil para el jinete), de manera que en cuanto inició su loca huida mi posicón afirmó más a mi pie izquierdo en el estribo y me permitió saltar sobre la yegua: quedé montado en su grupa (detrás de la silla), pero ya montado como sea la puedo controlar. Un saltito fácil me sentó sobre la silla y aunque con sólo un pie estribado, no me costó nada “administrar” su huida de manera favorable para mi seguridad y estribar a corto plazo a mi pie derecho. Problema solucionado. La seguí montando con cautela por un buen tiempo y sin problemas. Pero nunca ella descartará esta alternativa para que no la monten ni yo dejaré de pensar que tarde o temprano volverá a intentar la gracia. 
 
Así no conviene montar. En vez de utilizar sus músculos, el jinete traslada su peso sobre el dorso del caballo. aun así el pie que usa al estribo “como un escalón”, ejercerá una incómoda tracción lateral. Además, el jinete está montando “en contra del caballo”, con su cuerpo paralelo al de éste. Sólo porque el caballo es pequeño y el jinete usa estribos largos no está su pie agrediendo al vientre del animal. El humano de la foto es un excelente jinete pero con sobrepeso y algo fuera de práctica y al caballo aun nadie ha intentado enseñarle que no debe moverse durante la monta.
 
Otra monta deficiente. El jinete prácticamente se acuesta sobre el cuello del caballo y queda en una precaria posición en caso de que éste reclame corcoveando o arrancando al galope. Lo correcto, seguro y elegante es que el jinete se pose sobre la silla con su tronco en posición vertical. En este caso hay dos situaciones criticables: los estribos están muy bajos (impiden que el cuerpo del jinete se eleve) y éste no hace ningún esfuerzo con sus brazos para enderezarse. Además de la gestión de la pierna izquierda (un fuerte impulso) hay que aplicar fuerza a los brazos para posarse sobre la silla en posición vertical y quedar en condiciones de controlar al caballo. Por suerte éste es tolerante: un caballo díscolo pudo haber provocado una desgracia.
 
Un mejor intento, pero aun deficiente. Idealmente, el esfuerzo muscular del humano debe ser de tal magnitud que consiga mantener a su cuerpo en la vertical, no inclinado hacia adelante. Por lo menos la yegua lo hizo bien: se mantuvo inmóvil y tengo una dudosa excusa: la yegua es muy alta y yo estribo muy corto. Me faltó hacer un mayor esfuerzo con mis brazos para que mi tronco no se inclinara hacia adelante...
 
Tal vez no importe tanto el estilo que utiliza para subirse a la silla, mientras tenga las riendas bien tomadas con su mano izquierda y no dañe o asuste al caballo. Durante la monta debe estar alerta y “en contacto” para impedir que el caballo inicie la marcha cuando se le ocurre. Puede posar su pie izquierdo sobre el estribo, pero no debiera montar hasta que el animal esté sereno y con sus 4 extremidades bien posadas sobre el suelo e inmóviles. Además, montar no es simplemente subir una escalera. Es decir, no es bueno limitarse a levantarse con la pierna izquierda usando al estribo como escalón, pues así ejerce mucha presión lateral sobre el lomo del caballo y la silla y éste se incomoda o ésta se desliza. La monta requiere tres esfuerzos: con el pie izquierdo sobre el estribo, se impulsa hacia arriba desde el suelo con la pierna derecha y luego se apoya en el estribo a la misma vez que hace fuerza con sus brazos afirmados a la tuza y a la silla, para ayudar a levantar su cuerpo. La pierna derecha debe pasar sobre la grupa sin tocarla y el impulso debe ser suficientemente intenso para que su torso no se incline hacia adelante. Se deja caer suavemente sobre la silla y de inmediato impide que el caballo avance e instala su pie derecho en el estribo. 
 
Esto requiere que la gestión se inicie cuando todas las condiciones se cumplan y con un esfuerzo coordinado de ambas piernas y brazos. Si carece de la fuerza necesaria o el caballo es muy alto, o mejor siempre si no está acostumbrado o el caballo es de esos que crean problemas durante la maniobra, monte desde una piedra u otra elevación que le facilite la tarea, o pida ayuda a quien sepa hacerlo para impulsarle la pierna derecha. Para los más avanzados, el consejo que sigue: 
 
Párese lo más cerca posible del caballo y elija una de dos opciones: o su cuerpo y la punta de su pie izquierdo apuntan hacia adelante (estilo campesino o “western”), o hacia atrás (estilo clásico), pero el pie en el estribo nunca presiona el flanco del caballo, para no incomodarlo. La primera opción es la más fácil y con ella el jinete mira hacia adelante, la mano izquierda coge la tuza y afirma las riendas y la derecha el pomo de la silla, no el borrén posterior para evitar una excesiva carga lateral sobre el caballo y la silla. Pero tiene dos problemas: el peor, parado detrás de la silla el jinete está en una excelente posición para ser pateado por un caballo de mal genio; el otro es que si el caballo empieza a avanzar como suele ocurrir, con el pie izquierdo ya en el estribo que se aleja el jinete se ve forzado a tratar de alcanzarlo con ridículos saltitos de su pierna derecha y si llega a subirse a la silla lo hará en forma desequilibrada. 
 
La opción que debe usarse con las sillas planas (inglesas y similares) requiere mayor esfuerzo pero reduce el riesgo de ser pateado y hasta se facilita la maniobra si el caballo avanza en el proceso. Bien cerca del hombro del caballo y mirando hacia la grupa, la mano izquierda se afirma de la tuza y mantiene a las riendas con algo de tensión, un poco más tensa la derecha para impedir que el caballo lo muerda o gire hacia el jinete alejándole la grupa. La mano derecha ayuda a poner el pie izquierdo en el estribo, con la punta dirigida hacia la grupa, para lo cual debe presionar la rodilla sobre el faldón de la silla. Al impulsarse con la pierna derecha, se ayuda con el brazo izquierdo y de inmediato con el derecho desde el borrén posterior o el lado derecho de la silla. En cuanto la pierna derecha pasa sobre la grupa, la mano derecha se traslada al borrén anterior y sostiene al cuerpo del jinete para depositarse con suavidad en la silla. Una vez montado y con los pies en los estribos, no es difícil controlar al caballo. Pero hay que montar bien y rápido, me enseñó la Sumalla, mi difícil regalona: si no lo hago bien la primera vez, a la próxima tratará de arrancarse, sabiendo que así se libera del jinete. 
 
Montando al estilo clásico. Nada más instructivo que las críticas. Mi pierna derecha está muy alejada del hombro de caballo. Si estuviera más cerca, mucho más cerca, sería más fácil, mi tronco no estaría arqueado y llegaría a sentarme sobre la silla en mejor posición. Un consejo: haga que lo fotografíen y/o filmen para identificar sus errores...
 
Lo que no se debe hace es montar “contra” el caballo (con el pie izquierdo perpendicular a y agrediendo al caballo y el tronco del jinete paralelo al de éste) pues la punta del pie o el estribo presionará a su flanco y la distribución del peso del jinete no es la apropiada. La pierna derecha no debe tocar la grupa, la caída sobre la silla debe ser suave y el impulso de los tres esfuerzos debe ser suficiente para no llegar a la silla acostado hacia adelante. Cuesta hacerlo cuando uno está agotado y en esas circunstancias mejor monte desde una piedra, apoyo o montículo elevado, o pida a quien sabe hacerlo que le impulse la pierna derecha. Lo último no es llegar y hacerlo: tanto el jinete como el ayudante deben conocer la técnica. Lo importante es conseguir que, en cuanto consiga montarse, el caballo no se mueva ni active ninguna de sus extremidades: debe aceptar todo lo que siente como una sumisión a quien manda, el jinete. Si no lo hace, es  mucho más fácil que después le pierda el respeto. 
 
Pero desmontar adecuadamente es tanto más importante y también requiere una técnica apropiada, aunque es mucho más fácil; su guía le podrá demostrar las distintas alternativas. Pero lo que nunca debe hacer es bajarse del caballo como si éste fuera una escalera:  si el caballo se asusta o avanza aunque sea sólo un paso, hará caer al jinete y hasta puede arrastrarlo peligrosamente. Aconsejo las técnicas más seguras: una, para iniciados, es que ambos pies se liberen de los estribos al mismo tiempo y apoyándose con los brazos y Ud., en una especie de salto, pasa rápidamente su pierna derecha sobre la grupa y desmonta dejándose caer al suelo con ambos pies llegando al mismo tiempo.. Si ha de desmontar como parece más fácil, pise sobre el estribo izquierdo para pasar la otra pierna por encima de la grupa del caballo (¡sin tocarla!). Tras eso, el eje de su cuerpo está en un posición perpendicular al del caballo y debe acostarse sobre la silla para sacar el pie izquierdo del estribo y ya, ambos pies colgando y juntos, puede deslizarse hasta el suelo. Antes de que el pie derecho llegue al suelo el otro debe haberse liberado completamente del estribo. 
 
 
Desmontando como no se debe. El caballo no se ha detenido completamente y el pie derecho del jinete, un tanto obeso y fuera de entrenamiento, roza la grupa del caballo, lo que podría provocar una brusca huida.
 
La foto anterior sirve para referirse una vez más a lo que el caballo percibe de nuestras gestiones. Para desmontar, el caballo DEBE estar completamente detenido y en reposo. Liberarlo de nuestro peso en esas condiciones es como decirle: “si te quedas quieto te premio quitándote mi peso”. A la inversa, desmontar cuando el caballo aun marcha le demuestra a éste que no necesita hacer nada especial para liberarse de la carga y eso puede generar problemas. Una vez más, el caballo debe aprender que sólo un buen comportamiento lo liberará de incomodidades. Eso vale para la monta, la desmonta, el uso de las riendas y todos los estímulos que los jinetes transmiten a su cabalgadura. Así, con detalles mimios, se educa a un caballo para que sea tan manso como su genio lo permita... 
 
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