Llegar a Codpa hoy demora menos de 2 horas, por un excelente camino. Pero antes, los 70km que la separan de Arica a vuelo de pájaro, requerían de más de 20 horas de cabalgata continua. Para bajar a Arica, algunos se dirigían al norte, hacia
Ticnamar y seguian hasta descender por el valle de Azapa, pero la ruta principal bajaba por la Pampa de Chaca (Pampa del Atajo para los codpeños), una lengua de terreno plano, relativamente delgada, de unos 50Km de largo, que se extiende desde donde hoy están las Presencias Tutelares (
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Timar-
Ticnamar y entre la Quebrada de Acha y la de Carza (viene de Timar y aparece como “Garza” en los mapas modernos), por donde hoy transcurre la ruta A031.
Ambos derroteros se separan en los Altos de Carza. Entre ese lugar y Codpa hay 16km en línea recta, los cuales, con los pies sobre la arenosa y/o pedregosa tierra, se multiplican interminablemente al atravesar la hermosa, variada y cruelmente difícil y solitaria serranía que describiremos.
La abundante producción agrícola de Codpa era transportada a la pampa salitrera y a Arica (hasta el año 1962 según dicen) por hombres estoicos, orgullosos, amantes de los grandes espacios y de la aventura: los arrieros codpeños. Algunos de ellos eran verdaderos profesionales al servicio de agricultores de cierto poder económico y cuya vida transcurría en el ir y venir sin cese, y otros eran los agricultores que un par de veces al mes bajaban ellos mismos sus productos y/o familias.
En año 2000, mi amigo Carlos Requena nos incitó a emular la saga de los arrieros de Codpa. Recorriendo el trayecto con cierta calma para conocerlo mejor y porque los caballos no son tan buenos como los “machos” (mulos) para ese terreno, nuestro guia, don José Mamani de Vila Vila (
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Los arrieros bajaban conduciendo una recua de mulas y/o burros de 5-8 animales, a veces hasta 12, cargando los productos o a los niños en angarillas, una en cada flanco del animal, de 45kg para las mulas (90kg de carga total) y 25 para los burros (
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Viajando la mayor parte de las tropas sin animales de reserva, cuando uno de éstos no podía seguir era mejor matarlo tapándole las narices que condenarlo a una muerte lenta. La carga, allí no más quedaba. En veinte horas de cabalgata, pudimos rendirle honores a decenas de caballares mártires --burros o mulas herradas-- que nos ayudaron a amenazar con la misma suerte a nuestros caballos cuando se rebelaban.
La ruta que seguimos tiene dos etapas claras a partir del monumento a las Presencias Tutelares, justo donde empieza la pampa al sur de Arica: el suave ascenso de la Pampa del Atajo hasta el kilómetro 45 de la ruta actual, en dirección estesudeste, y luego el descenso a la quebrada de Carza, torciendo un poquito más hacia el sur para iniciar un interminable subir y bajar cerros, bordear quebradas y saludar esqueletos (
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Cobija, y de allí continuar a Codpa bajando al valle aguas abajo (
Ofragía) o directamente al pueblo por la cruz que lo domina desde la ladera norte.
La primera etapa, la pampa, en la mitad de la cual pernoctamos para esperar a dos jinetes azapeños que partieron de más lejos y a dos conocidos codpeños que iniciaron el viaje horas después que nosotros, es larga y monótona, pero en el kilómetro 20 de la actual ruta A-31 la ameniza el “Palo de Gringo”. Punto de reparo de mucha importancia para los arrieros, es hoy un palo grueso de pino Oregón de no más de 1 m de altura, casi el único vestigio de un abrevadero que la compañía inglesa explotadora del bórax de Calisaya mantenía a hasta 1920 para el servicio de las carretas que bajaban el mineral desde el extremo norte del
salar de Surire. Los otros vestigios están al norte, al fondo de la quebrada: una higuera vieja y otra joven y un socavón de unos 150cm de diámetro que penetra en la piedra de la pared norte de la quebrada y del fondo del cual, a unos 10m de la boca, brota agua, la que era transportada por burros a la posada para llenar los abrevaderos de madera y de concreto (
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Humagata y/o
Livilcar y/u otras localidades de la sierra precordillerana.
Subiendo penosamente para salir de la quebrada, me imaginaba a los arrieros que desde Codpa llevaban productos agrícolas a las salitreras. Chaca,
Camarones, Tana y Tiliviche eran las siguientes fuentes de abastecimiento de agua y pasto para los animales.
Volviendo a nuestra cabalgata, la etapa final, serrana y accidentada, que parte desde los Altos de Carza a unos 1.700msnm (
mapa), debe descender al
talweg de la quebrada homónima y luego volver a la pampa ascendiendo la ladera sur de la quebrada. Desde allí hay que seguir transitando rumbo sureste por el alto y de pronto aparece el mágico paraje de
Tierras Blancas, extensa área de cerros chicos adornados por arenas blancas que cubren el suelo y los recovecos (
foto). Tras descender un poco y luego atravesar ese descanso de la agresión serrana, hay que ascender suavemente por una estrecha quebrada de paredes de piedra y tras menos de dos kilómetros se llega a la quebrada de Apanza (
foto). Con unos pocos arbustos, el lecho de la quebrada está adornado por petroglifos de épocas pretéritas con la típica colección de camélidos, signos mágicos, una bonita representación de un perro y --no puede ser otra cosa-- un mono selvático (borde inferior).
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Petroglifos de la quebrada de Apanza.
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Una hora antes, en una quebradilla seca secundaria que en otro viaje pudimos visitar con calma, más petroglifos que la primera vez no pude fotografiar porque mi cabalgadura se opuso terminantemente.
Para continuar hay que cabalgar un rato por el pedregoso lecho de la quebrada y luego hay que subir por senderos increíblemente delgados y prácticamente esculpidos en la piedra en ciertos tramos, con uno que otro petroglifo animando a los viajeros; rendirle tributo a una
apacheta y al fin vemos el comienzo del fin cuando llegamos a una pampa arenosa a 1.800msnm y una gran cruz (Cruz de la Pampa) nos indica que pronto veremos a un magnífico panel de petroglifos en lo alto de un gran peñón, el cual nos indica la entrada a la empinada bajada a Ofragía, tras la cual dejan de sacar chispas las herraduras contra las piedras, al llegar a un suelo suave y a un estero de aguas límpidas que hizo las delicias de nuestros corceles, tras una última jornada de 7 horas de esfuerzo continuo sin agua ni forraje (
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De allí a Codpa, sólo restan unos 5km por el sinuoso camino que asciende por el valle. Eso ya es fiesta para todos. Los animales al trote, felices del verde que no vimos los días anteriores, estimulados por los chiflidos y arengas (y el iterativo “¡arre burrito flojo!” de don Pancho Pintatani), nos transforman en una comitiva que parece haber montado recién y el recuerdo de los arrieros de antaño nos obliga a respetar algunas de sus costumbres. De cuando en cuando, salen los vecinos a refrescarnos con un vaso de su famoso vino pintatani, el que bebemos al seco tras una minúscula ofrenda a la Pachamama (ch’allta), sin jamás desmontar.
Entramos a Codpa, humanos y animales, con todas las huellas del esfuerzo borradas por la exaltación y un cerrado aplauso de quienes nos esperaban encabritó a algunos animales cuando aparecimos de improviso en la plaza. Sin desmontar, saludamos a la iglesia y disfrutamos del agasajo del pueblo y las autoridades.
Ojalá pudiera contarles de lo que pasó en el campamento del Alto de Carza, la noche anterior a la última y crítica etapa: la anticipación de un recorrido que no conocíamos pero que sabíamos que era bravo, los ciclistas que nos alcanzaron, los motociclistas que nos visitaron, los codpeños que viajaron por la ruta vehicular para ofrecernos allí una fiesta --harto regada con pintatani-- y las conversaciones acerca de entierros de cargas de plata (propiedad del Demonio) y su manejo en caso de avistamiento y repetir los relatos que arraigan a la pobre Arica contemporánea a la estoica gestión serrana.
Debo rendir un tributo a nuestras cabalgaduras: a mi potro flojo pero entusiasta admirador de las yeguas, al joven Coipo, potro albino que nos pateó una camioneta, a Talía y a sus ancas que desvelaban a los potros, a su madre Lucero, al brioso bayo que botó a su jinete y que se hizo yunta del Coipo, a la hermosa y altiva yegua negra que montaba Alvaro. Mencionar a todos los humanos que hicieron posible este homenaje a los arrieros codpeños ocuparía mucho espacio. Lo resumo en loas a Carlos Requena, organizador y mecenas del primer evento (con la Municipalidad de Camarones). El Huaso Lengo, Alvaro, don Francisco Zenis, Iván el Concejal, José Luis, José Mamani y yo, hemos estado aqui por decenios, añorando esta aventura. Carlos llegó y la hizo realidad... (
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Hubo varias otras cabalgatas ulteriores siguiendo la misma ruta pero con variantes, ya coordinadas con la celebración de la Fiesta de la Vendimia y siempre bajo el liderazgo de Carlos. Una de las más memorables fue en mayo del 2002, cuando acampamos en los planchones de la quebrada de Apanza para descender directamente por la Cruz de Codpa al mediodía siguiente, como parte de la iniciación de la ceremonia de la vendimia. Esa vez nos acompañó mi sobrina adolescente de Suecia (
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foto). Poco antes de llegar al Sector de Planchones, transitando por un zanjón, encontramos unos petroglifos en el piso rocoso de éste, el cual impresiona como una wak'a (lugar sagrado y/o destinado a ceremonias de interacción con los poderes superiores), tal vez del Período Tardío (incaico). Me llamó la atención que, pese a haber no muy lejos de allí unos paneles verticales muy apropiados para dibujar petroglifos como es lo habitual, éstos otros se ubican en las superficies planas del lecho del zanjón. Hay unas pocas imágenes de auquénidos, predominando la representación de soles, serpientes, figuras incomprensibles y símbolos que creo asociados al concepto de fertilidad (
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álbum fotográfico del lugar, comentado.
El 2005 decidimos explorar otra ruta, la que asciende por el valle de Codpa-Chaca. El
talweg (fondo) del valle no es enteramente transitable ni con los mejores “machos”, por lo que la ruta transcurre a media ladera pero debe finalmente ascender a la pampa para volver a bajar por Tierras Blancas y desde allí llegar a Ofragía (o, como preferimos, acampar en el sector Planchones de la quebrada de Apanza para llegar al día siguiente a Codpa para la ceremonia de inauguración de la Fiesta de la Vendimia). El 2006 volvimos a iniciar la cabalgata desde los altos de Carza, pero nos desviamos un poco en cuanto llegamos a Tierras Blancas para bajar a
Cachicoca y pernoctar allí. Y así, año tras año desde el 2000, hemos cabalgado a Codpa para la Fiesta de la Vendimia siguiendo dos trayectos diferentes pero siempre con modificaciones para conocer nuevas variantes de las rutas y los remanentes de los poblados de aguas abajo de Codpa. La cabalgata del 2009 es, aparte de la exaltación de la primera por ser una aventura soñada y desconocida, la más trascendente pues fue muy promocionada por la Municipalidad de Camarones y la prensa local. Por primera vez la iniciamos desde el mismo borde costero de Arica, nos aventuramos por un antes no explorado tramo serrano y otras variantes y aunque cumplida con éxito, le hizo honor a la Ley de Murphy: “todo lo que puede fallar, fallará”. La descripción de ésta y otras cabalgatas se encuentra en el e-book “Arica a Caballo” (
https://www.aricaacaballo.com/arica_a_caballo/index.htm).
Aparte de la fascinación de la cabalgata en sí, las noches acampando en el despoblado son inolvidables. Al amparo de la fogata, intercambiamos ideas y conocimientos, tratando de comprender lo que fue nuestra tierra antes de que la perturbaran los conquistadores caucásicos. Aglutinados por las vivencias de la aventura, los jinetes abren su mente y su corazón a una inusual interacción entre humanos, caballares y principalmente, la Pachamama que nos ha dado tantas muestras de cariño...
Codpa es un trozo de paraíso que
Pachakamaq donó a Arica ¡Ojalá que no deje de haber personas decididas a restaurar nuestra interdependencia y reforzar nuestra identidad regional!