Cobija
Cobija
(Lat. 18°44'S, Long. 69°35'O) es un pequeño poblado ubicado a 3.100msnm en la quebrada de Apanza, casi donde ésta nace de la ladera occidental del complejo montañoso del Marqués, al otro lado del cual se encuentra
Timalchaca. Está casi aislado, aunque a sólo algo más de 11km a vuelo de pájaro de
Timar hacia el oriente. Los separa una serranía muy irregular. Si bien dispone de electricidad, agua potable y televisión, en el año 2013 vivían allí sólo 4 familias (dos niños), más el profesor de la escuela. Sólo los días martes y viernes llega un vehículo de trasporte, subsidiado con fondos estatales. El pasaje a Arica cuesta algo más de tres dólares.
El poblado se llamaba Lluscuma originalmente y según cuenta el capellán militar Luis Urzúa en su libro Arica, Pruerta Nueva (Editorial Andrés Bello, 1969), en 1873 llegó allí un obispo tras un esforzado viaje por la serranía bajo un intenso temporal y lo trataron tan bien que le puso el nombre actual.
Para llegar a Cobija hay que virar hacia el suroriente desde la ruta A-31 en Lat. 18°42’16”S, Long. 69°37’19”O (datos de Google Earth, pueden no ser exactos), justo al término de la cuesta de Viscachani si se viaja desde Timar. La ruta a seguir es de tierra bien compactada pero con tramos pedregosos no aptos para un vehículo 2x4. Tiene sólo una pista y sigue interminables ascensos y descensos e incontables curvas estrechas, con muy pocos lugares para permitir el paso de otro vehículo que viaje en sentido contrario. Hay que atravesar unas cinco quebradas, tres de ellas más profundas que no tienen más vegetación que tolas y su flora acompañante. NOTA: En el año 2021 fui informado que ese camino ya está supomgo que asfaltado y que se habría ensanchado para aportarle dos pistas.
Tras sólo 11 largos y serpenteantes kilómetros, al fin aparece Cobija.
Allí, lo primero que llama la atención es esa tranquilidad que aporta el aislamiento en medio de la sierra y la hermosa iglesia dedicada a San Isidro Labrador.
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Vista parorámica de la iglesia y del poblado.
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Ésta está ubicada en el límite poniente del poblado y tiene a su derecha, por supuesto, a su esposo el Mallku Torre campanario, de modestas dimensiones y en sus costados los típicos contrafuertes para dar solidez a las paredes de adobe.
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Calvario al interior del atrio.
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Fue restaurada por la Fundación Altiplano pocos años antes de nuestra visita, aunque aun falta hacer lo mismo con su retablo. Éste tiene una inusual peculiaridad: En centro está Jesús en la cruz, mientras que en otras iglesias coloniales éste está casi ausente o relegado a un rincón. De todas maneras resalta la figura de
Santiago Matamoros y Mataindios, un personaje muy venerado en nuestro hinterland. Curiosamente, el amenazante sable que porta está enfundado...
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Detalle de la figura de Jesús. Sobre ella hay una inscripción parcialmente ilegible.
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San Isidro Labrador, el patrón del poblado. Estas figuras paren haber sido creadas entre los siglos XVIII y XIX.
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El apóstol Santiago convertido en patrón de la caballería española.
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En un cubículo adyacente a la nave de la iglesia hay una una calavera a la que se le rinde culto. Lleva allí más de 40 años y no sé bien porqué, pero sí he visto calaveras en otras iglesias. El amable presidente de la Junta Vecinal, don Marcelino Castro, quien se nos acercó en cuanto llegamos, me dijo que “son cosas de la gente, Ud. sabe...”. Pero yo tengo una teoría: antiguamente, para el Día de Todos los Santos, a las almas de quienes abandonaron a este mundo se les hacía presente colocando una calavera encima del altar. Me pregunto si acaso quienes le rinden culto a esta calavera se acuerdan de o están enteradas de esa antigua costumbre:
Frente a la iglesia y a cierta distancia, está este recinto para gestiones sociales.
Allí, tras recorrer el poblado, almorzamos frugalmente con mi ex-esposa y mientras lo hacíamos nos observaba una hembra del Picaflor de la Puna, ocupando a ratos su nido que estaba construído en la techumbre.
Cobija tiene sólo un ancho espacio central, sin calles, el cual está orientado de poniente (iglesia) a oriente. Las casas originales son de adobe y persisten varias que han soportado a los terremotos.
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Curiosamente, todas las puertas están pintadas de color azul.
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Otras son de madera, construídas durante el Gobierno Militar para reemplazar a las que se derrumbaron. Por cierto, muchas de las antiguas están en ruinas.
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Esa antena satelital que se ve está en desuso desde hace años, pues en lo alto de la ladera sur de la quebrada se instaló una antena repetidora de TV.
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La escuela es moderna, con un buen recinto abierto para deportes y todo eso para sólo dos alumnos.
Hacia el oriente, donde termina el poblado, hay un bosquecillo de queñuas
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Queñuas o quewiñas (del quechua ”qiwiña”, Polylepis sp.) de otro lugar. Lo que parece una piedra verde es una yareta (Azorella compacta).
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y cultivos de papas, maíz y alfalfa para las llamas, caballos y burros de los pobladores, quienes tienen un aventurero pasado arriero. También se cultivan
tunas (
foto),
habas y arvejas y cuando era financieramente conveniente, orégano. La quebrada asciende y al fondo de la próxima foto se ve al amenazante cerro Marqués (de color gris oscuro). Está lleno de “leones” (pumas) y allí reside el “Tío” (Diablo), quien tienta a los mortales con fabulosos tesoros de plata y oro que oculta a su antojo y por los cuales pide 14 negros eunucos más algunas vírgenes o 50 rubios y 50 negros según otra versión. Hay también un pukara (recinto habitacional con muros defensivos) prehispánico en lo alto de uno de los cerros, el cual no he visitado porque no conozco su bicación exacta y uno puede pasar días tratando de encontrarlo, interminablemente subiendo y bajando cerros. Don Marcelino me dijo que no lo intentara hasta que alguien del lugar pudiera ayudarme y esta vez no había nadie más que él en Cobija.
Hacia el poniente del poblado hay un sector con ruinas antiguas pero ciertamente coloniales: un par de recintos habitacionales y numerosos corrales.
Debe haber habido allí harta actividad agrícola a juzgar por la abundancia de terrazas agrícolas (
patanaka en aymara), hoy en desuso.
Entre la iglesia y esas ruinas hay otro calvario:
Por cierto, también hay llamas:
Por su aislamiento, su clima, la tranquilidad que allí se respira y hasta por existir, Cobija es un lugar encantador. Tarea para el futuro: cabalgar a Cobija desde
Codpa para acampar allí por algunos días recorriendo sus alrededores y para encontrar al pukara. Pero Arica-Parinacota es un territorio tan lleno de aventuras pendientes, que necesitaría volver a nacer para intentar conocer a todos esos espacios que me llaman insistentemente...