Mundo Andino, Crisol de Arica
Malú Sierra, en su libro “Aymaras, los Hijos del Sol”, pide prestada a Pablo Neruda la frase “donde todo es altar” para definir al mundo aymara. Hoy profundamente católico o protestante, el aymara ha vivido siempre sumergido en un ritual que expresa creencias que lo integran con su ámbito. Estas creencias hoy se canalizan en expresiones más o menos de acuerdo a las occidentales, llegándose a menudo a olvidar el origen prehispánico de su devoción.
La adquisición de una liturgia y cierto nivel de conceptualización foránea en armonía con la propia y ancestral, es lo que podemos llamar sincretismo. El sincretismo religioso andino tiene connotaciones impactantes, resultados que condicionan el vivir de nuestras etnias autóctonas, algunos de ellos positivos y otros curiosos, patéticos y a veces tan controvertidos que se les prefiere ocultar. Lo cierto es que constituye una fuerza formidable que mueve a nuestro pueblo. Tratemos, pues, de comprenderlo. Trataré de exponer lo poco que he aprendido, motivado por la falta de información accesible al público referente a lo que condiciona nuestro vivir más allá de las tenues cortinas de “modernidad” de Arica.
En una sociedad tan peculiar como la aymara, en la cual todo se hacía cantando (había un cántico apropiado para cada actividad de la vida cotidiana: la siembra, la cosecha, el retorno al hogar, etc., con una música diferente para cada sexo). La agricultura, para sólo elegir una actividad entre las muchas de la vida diaria, no era un mero procedimiento para obtener recursos alimentarios sino una gestión litúrgica destinada a interactuar armónicamente con la Pachamama, la cual generaba --como “consecuencia colateral”-- el recurso para mantener la vida del andino. Para comprender ese tipo de situaciones y costumbres tenemos que repasar brevemente la aventura cultural y social del hombre andino, asentado en un rincón planetario extremadamente hostil.
Cómo empezó la aventura andina
Mientras en el resto del mundo las sociedades primitivas crecían en medio de una abundancia de recursos que parecían inextinguibles, permitiendo que cada cual se preocupara de lo suyo y fuera más bien hostil al trabajo comunitario, acá los valles costeros son riquisimos pero estrechos y el agua siempre escasea, a la vez que la capacidad agrícola del altiplano es muy limitada. Si bien lo que llamo Mundo Andino (quechuas y aymaras incluidos) tiene, a lo largo de toda su historia, un componente costero llamado yunga --Chimu en Trujillo y nosotros en Arica hacia el oeste y hacia el este los tropicales valles al otro lado de la Cordillera Real-- y otro montañés, finalmente éstos se integran gracias al
Tiwanaku y luego al Tawantinsuyu incaico.
El mundo andino fue poblado hace unos 15.00 0años. Es necesario insistir en que en nuestro mundo andino los recursos no son inagotables, el terreno de los valles costeros y serranos se hace poco para sustentar a la población y sólo puede haber crecimiento con una estricta organización social. En una sociedad no despótica como la del Tiwanaku, el orden social se consigue con creencias y gestiones litúrgicas en vez de la fuerza, el asesinato y el fuego que emplearon inicialmente nuestros conquistadores. Cuando los invasores cambian su estrategia etnocida inicial por una de tolerante paternalismo, el sincretismo religioso empieza a materializarse con mayor intensidad.
Antes de los incas, las regiones que tuvieron un fuerte crecimiento demográfico lo consiguieron tras la hegemonía del Tiwanaku en las difíciles condiciones de vida en el territorio del lago Titikaka o debieron hacer impresionantes obras de regadío en el norte del Perú, tales como el acueducto de Ascope de los
mochicas (más de 1km de largo a unos 20m de altura y que funcionó por 2.000 años) o el canal de más de 100km de los
chimúes, o llenar de terrazas agrícolas la sierra andina. Eso sólo pudo hacerse existiendo un concepto de comunidad que relega el interés individual a un plano muy secundario, por las buenas (Tiwanaku) o a la fuerza, al estilo de los imperios despóticos el norte del Perú.
Así se consiguió superar las limitaciones naturales y desarrollar una inmensa riqueza colectiva. Las magnas pirámides truncadas de la primera “ciudad” de América,
Caral, una sociedad agrícola que no conocía la cerámica, se construyeron hace unos 4.700 años, poco antes de la famosa Gran Pirámide de Giza en Egipto. Chan Chan en el actual Trujillo, la capital del Imperio Chimu pre-incaico (tecnológicamente en la Edad de Bronce), era más grande que todas las ciudades europeas o norteamericanas de la época. La maravilla en oro y trabajo artístico de la tumba del Señor de Sipán (cerca de Chiclayo, vecino de Trujillo), asombró al mundo entero cuando se descubrió hace no mucho (
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En el altiplano, durante el apogeo del Tiwanaku --al sur del Titikaka-- éste forma una ciudad bien planificada de unas 600 hectáreas, con más de 100.000 habitantes, agua potable y un sistema subterráneo de drenaje de las aguas de lluvia. ¿Cómo se consigue tanto progreso en un lugar tan inhóspito y absolutamente aislado y diferente de la “exitosa cultura” occidental?
Pues una vez que se extinguieron los megaterios y otros animales que los primitivos cazadores-recolectores que ocuparon por primera vez el altiplano venían siguiendo desde el norte (hace unos 11 a 12.000 años), los humanos se tuvieron que limitar a la caza de auquénidos salvajes (
fotos), lo que ya estaba establecido como una rutina hace unos 8.000 años. Poco a poco fueron conociendo mejor a su presa, se adaptaron a sus costumbres y de alguna manera consiguieron domesticarlos y establecer con ellos una relación simbiótica. A diferencia de las vacas, los auquénidos pueden cuidarse solos (no necesitan que el hombre les provea su alimento), pero los hombres que de ellos vivían los cuidaban cuanto podían y estaban obligados a seguirlos en su peregrinaje en busca de mejores pastos (se trasladan a las tierras altas durante la primavera y el verano y bajan a alturas intermedias para pasar el invierno y otoño), de manera que siguieron siendo más o menos nómades, pero ahora atados a la suerte de los camélidos y a la vez éstos no les exigían tanto tiempo como para que no pudieran dedicarse a otras faenas, como el cultivo de tubérculos como papa, oca, mashwa y olluco (
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foto), que es casi lo único que se puede cultivar en el altiplano.
Así domesticados los animales y los humanos, ambos de vida trashumante pero en un nicho ecológico delimitado, hace unos 4.000 a 6.000 años, grupos más o menos sedentarios pero obligados a seguir el ciclo de traslado de sus rebaños, empezaron a crecer en cantidad (gente y ganado) y calidad (alpacas y técnicas agrícolas incipientes), a la vez que cambios climáticos reducían la capacidad productiva de la puna, viéndose obligados a expandirse hacia otros lugares de pastoreo, creciendo en extensión territorial y alejándose cada vez más de sus lugares de origen. Hace algo más de 4.000 años los andinos aprendieron a usar a los auquénidos como animales de carga. Agréguesele unas cuantas papas (que se empezaron a plantar hace unos 6.000 años) y la riqueza nutritiva de la quinua (buen sustituto de la carne, con 15% de proteínas) y se tienen los elementos que gatillan una explosión demográfica de entes simbióticos trashumantes (auquénidos y humanos) sin que se basara en un gran desarrollo de la agricultura ni implicara una sedentariedad más o menos estricta como es el caso de las sociedades complejas de otras partes (Mesopotamia y Mesoamérica especialmente).
En la cuenca del Titikaka ocurrió algo extraordinario: se formó una sociedad compleja de una manera muy, pero muy diferente de lo que pasó en el resto del mundo y todo gracias a los auquénidos. El patrón trashumante que se inició siguiendo las migraciones cíclicas de los rebaños salvajes, se mantuvo con la domesticación de los auquénidos y se extendió con la explosión demográfica y la utilización de los auquénidos como animales de carga, de manera que hace casi 5.000 años ya llegaba quinua y pieles de vicuña a la costa ocupada por los
Chinchorros. Así nació la compleja economía andina circuntitikaka, basada en centros de poder asentados en terrenos poco aptos para la agricultura, pero bendecidos por la posibilidad de enriquecerse (colectivamente) sobre la base de auquénidos, papa y quinua y conectados gracias a los auquénidos con tierras bajas riquisimas, proveedoras de maíz, algodón, calabazas, ají y productos del mar.
Mientras la variante clásica del desarrollo económico del resto del mundo implanta su ganadería en zonas pobres donde la agricultura no es posible, en el Mundo circuntitikaka primero aparece el pastoreo ocupando las tierras más apreciadas y luego la limitada agricultura se desarrolla en áreas marginales poco aptas para la ganadería. Eso es lo que hace la diferencia en el determinismo de la estructura social de los asentamientos del Viejo versus los del Nuevo Mundo.
Lo fascinante de nuestra versión circuntitikaka del Mundo Andino es la integración vertical en materia de tiempo, horizontal en materia de etnias, vertical en cuanto a altitud y horizontal en cuanto a intercambio comercial y cultural, fenómenos que alcanzan una fuerte expresión en Arica.
Todo ese
universo peculiar, no vinculado al resto del mundo, ignorante de la existencia de otros humanos, tremendamente exitoso en un enclave planetario cruel y hostil, se gestó gracias al orden social, impuesto mediante una intensa dosis de misticismo y variables aportes de despotismo. Sugiero revisar el
esquema que resume lo más importante de la evolución cultural andina desde el inicio de las sociedades estructuradas hasta antes de la hegemonía incaica.