Arica y Bolivia, una Larga Historia de Amor
El 9 de febrero de 1825 es una fecha de importancia para el futuro de Arica, la que aun trasciende. El Mariscal Sucre, quien había sido uno de los principales generales de Bolívar durante las guerras de la Independencia en las “provincias” del Alto Perú, cita a los países comprometidos y a sus autoridades a una asamblea a realizarse en Oruro, para definir el futuro de las provincias, dependientes de Lima y de Buenos Aires. Aunque esto molestó a Bolívar, quien no tenía entre sus planes la creación de un estado independiente allí arriba, finalmente tuvo que aceptarlo bajo presiones. En Chuquisaka (actual Sucre) se proclama la independencia de la “República de Bolívar” el 6 de agosto de 1825 y si bien Cobija se declara Puerto Mayor de la República, se acuerda interceder ante Bolívar para que, junto con Tacna y Tarapacá, “Arica venga a quedar en el territorio de esta República”, lo que obviamente no se concretó. Dicho sea de paso, Cobija, entre Tocopilla y Antofagasta, estaba en territorio que aún entonces podría considerarse como jurídicamente chileno, pero las ambiciones políticas que bullían en Santiago no le permitieron reaccionar y autorizaron de facto las pretensiones bolivianas.
En enero de 1826 Simón Bolívar llega a Tacna de vuelta de un breve período como gobernante de Bolivia y de allí se dirige a Arica para embarcarse para Lima. Aqui se estaba viviendo una espantosa crisis financiera. Se le recibió con grandes honores y al día siguiente, el 2 de febrero, se le organiza una ceremoniosa reunión con participación de la ciudadanía, en el transcurso de la cual nuestro Alcalde le solicita por escrito la incorporación del puerto a Bolivia, lo mismo que estaba solicitando insistentemente el Mariscal Sucre. Me pregunto si acaso Bolívar tenía las manos atadas por la oposición peruana o si acaso trató de no darle a Bolivia tan potente herramienta de desarrollo para no dejarla en condiciones de opacar a su querida Colombia, pero en definitiva esta gestión no prosperó.
En mayo de 1826 Bolívar, resignado, consigue que Perú reconozca la independencia de Bolivia y cuatro meses después se devuelve a Colombia dejando al mando del Perú al Mariscal Andrés de Santa Cruz --amigo de Bernardo O’Higgins-- el cual se opuso también a las pretensiones de Arica. Supongo que en ese momento a Santa Cruz le convenía que Bolivia no se estructurara en forma definitiva pues propugnaba algo ya planteado por Sucre, la Confederación Peruano-Boliviana.
Por supuesto que Chile (ya sin O’Higgins) y Argentina se asustaron ante la inmensa amenaza que representaba la Confederación, la cual también habría sido lesiva a los intereses de Colombia y al fin, sea quien sea el responsable de los designios de la Arica de entonces, las ambiciones de unos u otros, estadistas y/o estados, plasmaron el resultado final, no compatible con el ideal que hoy denominamos “bolivariano” y Arica desde entonces no se encuentra cómoda entre tantas naciones tan artificialmente creadas.
Pero hay que establecer cuán importante era Arica para Bolivia y viceversa. Durante los dos primeros años de vida independiente de Bolivia, ésta importó por Arica US $70.000.000 en mercaderías (convertidos al poder adquisitivo del año 2002). En 1826 Bolivia exportó por Arica, en plata solamente, un total equivalente a US $46.000.000 del 2002. Piense que no había más de 3.000 habitantes en Arica y trate entonces de imaginarse el futuro que hubieran tenido ambos territorios si las intrigas no les hubieran impedido seguir relacionándose como se había estado haciendo desde el principio de los tiempos. En contraste, mire lo que ambos somos ahora...
Un comentario, patriotismo peyorativo aparte: lo lógico habría sido que el Mundo Andino se consolidara en un país único, como la Confederación de Santa Cruz. Ahora, si hubiera sido razonable separar la inspiración despótica de los estados autóctonos del actual Perú --Wari, pasando por Chavin, Moche, Chimu, etc., hasta los incas-- de la menos urbanizante hegemonía
Tiwanaku y luego aymara, Perú hubiera quedado como tal pero Arica no habría sido amputada de su alma mater circuntitikaka y formaría un país con lo que hoy es Bolivia. Lo cierto es que hay que reconocer que Chile no tenía ninguna posibilidad de incorporar a Arica a su territorio.
Bolivia seguiría tratando de conseguirse a Arica, mientras se iban desarrollando eventos históricos de importancia. Entre ellos, al no conseguir anexarla, Sucre cumple su amenaza de discriminar administrativamente a Arica para potenciar a Cobija, hasta que conflictos internos incentivados por el gobierno peruano (y un fuerte contingente militar enviado a Puno al mando del General Gamarra) lo llevaron a renunciar a la Presidencia y asume el poder el mismo Andrés de Santa Cruz que poco antes había gobernado al Perú. En 1830, cuando Arica tenía unos 3.000 habitantes “de razas mezcladas”, Perú le ofrece a Bolivia el pueblo de Tarapacá a cambio de Copacabana en el lago Titikaka, pero ahora Santa Cruz sí que pide a Arica y como no la consigue repite la gestión de Sucre en cuanto a perjudicar a Arica en bien de Cobija.
Primera guerra de Chile contra Perú-Bolivia
En 1835 Santa Cruz intervino por la fuerza al Perú.
William Miller estaba al servicio de las fuerzas bolivianas de Santa Cruz y fue partícipe importante de la batalla que determinó la formación de la Confederación Peruano Boliviana --Nor Perú, Sur Perú y Bolivia-- decretada por Santa Cruz en octubre de 1836.
Ante los eventos bélicos que se estaban desarrollando, Arica, Moquegua, Tacna y Lucumba organizan sendos cabildos para consolidar su intención de vincularse a Bolivia. El 22 de marzo de 1836 se acuerda en Arica que ésta “se une a la Nación Boliviana y forma porción de su familia”. Pero ahora Santa Cruz no quería problemas con los peruanos, así es que se opone a nuestro antiguo anhelo, tantas veces expresado enfáticamente. Sin embargo, Santa Cruz era muy astuto y deja a Arica como el principal puerto del estado Sud-Peruano, sabiendo que así debilitaría a Cobija y restaría fuerzas a Bolivia. Vaya maraña de intrigas...
La Confederación no duró mucho pues Chile y Argentina se inquietaron ante tan poderosa integración y le declararon la guerra de inmediato. El ataque argentino fracasó, pero finalmente los chilenos al mando de Manuel Bulnes y los peruanos rebeldes de Agustín Gamarra --veterano de la batalla de Ayacucho-- derrotaron a Santa Cruz cerca de Yungay y "restauraron" la fragmentación (“independencia” en términos diplomáticos) de Perú y Bolivia, en 1839. Yungay está en la sierra de Casma al interior de Chimbote, al norte del Perú y el "rápido Santa" de la Canción de Yungay es un río que desemboca en el mar un poco al norte de Chimbote.
La primera expedición “libertadora” chilena partió desde Valparaíso en septiembre de 1837 al mando del anciano almirante Manuel Blanco Encalada, recalando en Arica el 24 de ese mes. Recordando el salvaje saqueo protagonizado por los chilenos de
Lord Thomas Cochrane en 1821, los ariqueños huyen a Tacna, los chilenos desembarcan y tres días después se fusila a un capitán y a dos soldados por robar la aduana y luego la flota sigue al norte. Finalmente, la Confederación es derrotada en un segundo intento en 1839, comandado por el general Manuel Bulnes (
Triunfo de Yungay) y Santa Cruz se exila en Ecuador.
Durante las siguientes cuatro décadas Bolivia se sumergió en un caos político parcialmente mitigado por el gobierno de José Ballivian (1841-1847) y una economía desastrosa, principalmente basada en los impuestos que debían pagar los indígenas. Creo que en este período debe buscarse el origen de los eternos problemas sociales y económicos de Bolivia, pese a la magnitud de sus riquezas naturales. Aparte de la corrupción política que permitió el gobierno de los llamados "caudillos bárbaros", entre los que destaca el grosero y borrachín Gral. Mariano Melgarejo (1864-1871), no hubo esfuerzos eficientes por aprovechar el potencial agrícola del país, ni de organizar en forma productiva a la población rural (90% en 1846), sino que se consolidó una opresiva especie de régimen feudal, despreciando los derechos de y lo que pudo ser un gran aporte de la mayoría indígena, la que continuó sobreviviendo en un régimen de economía de subsistencia, sin el beneficio del orden incaico y con el perjuicio de la explotacíon de los criollos. En 1876, poco antes de la Segunda Guerra del Pacífico, se apodera del poder otro caudillo militar, Hilarión Daza, tan abusador e incompetente como Melgarejo. Habría que indagar en los problemas que tuvo para mantener el poder a fin de aportar más antecedentes objetivos sobre las causas que llevaron a la guerra con Chile.
Arica invadida por fuerzas bolivianas
En Bolivia la derrota de Yungay produce una sublevación contra el cuestionado Santa Cruz y en Perú sigue un renovado desorden promovido por caudillos militares. Agustín Gamarra, militar que participó en las campañas independentistas de la época de Bolívar y artífice indirecto de la renuncia de Sucre, fue Presidente del Perú entre 1829 y 1833 y no ocultaba su deseo de anexar a Bolivia, por lo que en 1835 se había opuesto a la Confederación de su rival Santa Cruz y cuando fue derrotado se refugió en Chile, desde donde conspiró en su contra y participó en la Batalla de Yungay con los chilenos. Fue consecuentemente nombrado Presidente del gobierno "restaurador" y no olvidó sus ganas de incorporar a Bolivia. En 1841 ordenó al Prefecto de Tacna que marchara con la Guardia Nacional hacia la frontera en el río Desaguadero (el que "desagua" al Titikaka hacia el Poopó y en consecuencia elemento importante en la formación del salar de Atacama). Tras cruzarlo y muy cerca de La Paz, fueron derrotados por los bolivianos en Ingavi, Gamarra murió y los 1.000 soldados del coronel boliviano Magariños corretearon a los vencidos hasta Tacna, la cual ocuparon el 9 de diciembre de 1841. Poco después llegaban más tropas bolivianas que ocuparon a Arica, Moquegua y Tarapacá, precisamente las localidades que ansiaban ser bolivianas.
Bolivia tenía intenciones de negociar su retiro por la concesión de Arica, pero Chile presionó diplomáticamente a Lima para conseguir un acuerdo que dejara las cosas como antes y actuó como mediador de la paz. Los bolivianos simplemente desocuparon Arica el 19 de febrero de 1842 y tres días después abandonaron Tacna. Por debilidad del gobierno, la negativa de Iglaterra en cuanto a avalar garantías o lo que sea, se perdieron la oportunidad histórica de exigir posesiones territoriales que les pertenecían en términos histórico-culturales y que necesitaban para su desarrollo.
Siguen los líos de los militares. Muerto Gamarra, Castilla asume el poder en Perú, pero en 1843 se subleva el general Vivanco, quien estaba en negociaciones con el hombre fuerte de Bolivia, José Ballivian, en cuanto a que Arica y alrededores pasaran a ser bolivianos. El 13 de agosto se enfrenta Vivanco con las fuerzas de Castilla en nuestro Chinchorro. El rebelde Vivanco, derrotado, se reorganiza en Pachía (Tacna) y es nuevamente derrotado.
El gobierno de Castilla trajo estabilidad y progreso para Arica y empiezan a llegar comerciantes de Italia, Inglaterra, Alemania, Francia, etc. Las familias Cánepa, Rossi, Focacci, Vicentello, Lombardi y otras no necesariamente italianas, son parte de los inmigrantes de la época. Además, Castilla abolió la esclavitud y los negros de Azapa y Lluta migran a la ciudad y terminan creando un mestizaje que aun sigue siendo aparente más que en cualquier otra parte de Chile. El espacio laboral agrícola abandonado por los negros, es ocupado inicialmente por los chinos, pero éstos eran poco resistentes a la malaria y no trascendieron mayormente. Muchos negros volverían entonces a los valles.
Así era Arica en la época en que Bolivia declaraba sus ansias por poseerla y viceversa. Unos pocos blancos, muchos de ellos extranjeros, muchos negros y mulatos, unos cuantos chinos pobres y enfermos e indios que nadie tomaba mucho en cuenta. En 1876, más de la mitad de la población era analfabeta, pero así y todo, la estratégica posición geográfica de nuestra Patria Chica la hacía un bocado apetitoso para Bolivia.
Perdidas las esperanzas de conseguir a Arica, Bolivia, con Ballivian al mando, se dedica infructuosamente a levantar a Cobija, fracasando por la falta de agua y de un vecindario económicamente trascendente. El fracaso de esta gestión lo expresa Ballivian en su mensaje al Congreso en 1847: “...Arica es el puerto natural de estas comarcas... El derecho a comerciar por Arica es tan esencialmente necesario para la existencia de Bolivia, que para renunciarlo es necesario renunciar a la conservación de esta república”. Me parece triste que, por pobre que sea Arica ahora, no faltaría nación vecina que se sentiría fascinada si le facilitáramos el uso de este territorio que sólo parece crearle problemas a Chile.
Ese mismo año se firma en Arequipa el tratado de “Paz y Comercio”, el que permitía una amplia libertad de tránsito desde Arica a Bolivia y que, a pesar de que trajo progreso a nuestras costas, nos costaría muy caro por la irracional cualidad de los humanos de no dejar que los flujos (de agua, etnias, finanzas y otros) sigan su cauce natural.
Sucedió que la influencia de Bolivia se hizo tan fuerte en nuestras costas, como era de esperar porque siempre fue así desde el inicio de los tiempos, que los peruanos se pusieron celosos pues el peso boliviano era más cotizado que el peruano, además de que Arica pasó a ser origen de un intenso contrabando hacia Perú, como siempre ha sido, de ida o de vuelta, y volverá a ser.
En una abierta demostración de falta de sabiduría (en contraste con “cultura”, entre comillas para enfatizar lo cursi del concepto), los caucásicos nunca consideran que la trama geológica determina la historia y ambas, el comportamiento de los habitantes. Arica establece un nexo muy firme entre Perú y Bolivia, para bien o para mal. ¿Qué Arica es chilena por la fuerza del fusil desde hace menos de 100 años?: eso no trasciende en el ámbito de 10.000 años de desarrollo cultural. Chile estaba fuera del tema en los aspectos esenciales de la milenaria trayectoria de Arica.
Pues la moneda y el contrabando produjo conflictos entre Perú y Bolivia, los que llegaron a la interrupción de las relaciones diplomáticas en 1860 y a la reiteración de los estériles esfuerzos bolivianos por dañar a Arica favoreciendo a Cobija. Ante un estado de pre-guerra, Chile contribuyó a suavizar el panorama y a fines de 1863, Perú y Bolivia firman un nuevo tratado de buenas intenciones que termina para siempre con las pretensiones bolivianas de incorporar a Arica. Tal vez aparece en este acuerdo el germen del tratado secreto de Alianza Defensiva de 1873, el que llevó a ambos países a la guerra con Chile.
La Primera Guerra del Pacífico
Arica vuelve a ser escenario de conflictos durante la Primera Guerra del Pacífico. Aunque no tenga mucho que ver con Arica, estamos tan ligados a Chile y a Perú que vale la pena resumir la única vez en que actuamos como hermanos. Sólo 8 años antes de la Guerra del 79 se firmaba la paz de la "Primera Guerra del Pacífico": Chile y Perú (también Bolivia y Ecuador en forma secundaria) contra España.
Desde hacía algún tiempo España tenía una actitud belicosa con Chile y Perú a raíz de deudas impagas y en 1864 el jefe de una “expedición científica” a bordo de una flota española, se tomó por la fuerza las islas Chinchas (frente a Paracas, famoso por sus telares preincaicos), ricas en depósitos de guano --por entonces una importante fuente de ingresos para Perú-- a título de garantía y por presuntos maltratos a ciudadanos españoles. Esto sucedía cuando, tras el gobierno de Castilla que cesó en 1862, Perú reinició un período de crisis política, corrupción administrativa y baja el precio del guano.
En 1865 los peruanos llegan a un primer acuerdo con los agresores, el cual no satisface a la dignidad nacional y Perú entero se levanta contra esa gestión gubernamental. Consecuentemente, estalla en Arequipa una revolución con violentos desmanes populares en Tacna.
En Marzo de 1865 desembarcan en Arica tropas gubernamentales que deben luchar contra una feroz resistencia de los amotinados en el muelle, al pie del Morro, en Chinchorro y otros barrios, los que son finalmente vencidos. Gestiones en el norte hacen caer al gobierno responsable del humillante acuerdo. En 1865 Chile le declara la guerra a España para solidarizar con el país hermano que no tardaría en ser enemigo (lo mismo harían después Ecuador y Bolivia) y en marzo de 1866 los españoles bombardean Valparaíso y en mayo al Callao, pese a la desaprobación de los comandantes de barcos norteamericanos y de otras naciones que estaban fondeados en esos puertos. Tras eso se retira la escuadra española y éstos desaparecen como escondiéndose con vergüenza. Se firma la paz cinco años más tarde. Fin del conflicto.
Arica sigue haciendo historia
A todo esto, el mariscal Ramón Castilla, quien había ya gobernado al Perú y estaba desterrado en Europa, intenta regresar al Perú en 1866, pero es exiliado a Chile, desde donde intenta volver a apoderarse del mando de Perú. En mayo de 1867 desembarca subrepticiamente en Pisagua (por entonces aun territorio peruano) y se refugia en su pueblo natal, Tarapacá. Allí forma un grupo de jinetes que marchan hacia Arica, cuyas fuerzas se habían sublevado contra el gobernante peruano de turno. El viaje le reactiva una enfermedad ¿malaria?, pero insiste en continuar, hasta que fallece bruscamente al desmontar de su caballo en Tiliviche (estrecha quebrada entre Arica e Iquique).
Podríamos seguir citando decenas de episodios bélicos y anécdotas que vinculan a Arica con la accidentada historia política de Perú y Bolivia, pero lo escrito ya es un ejemplo más que suficiente. La intención fue demostrar cuánta importancia tuvo mi Patria Chica para los países vecinos y cuán insignificante fue y es para Chile. Si ese país nos conquistó por la fuerza de las armas, se supone que tiene que haber existido un propósito superior, digno, que justificara sus esfuerzos por mantenernos como parte de su territorio. Dicho propósito debería ser evidente pero no lo encuentro: obras, gestiones de progreso, aprovechamiento de potencialidades.
Que los santiaguinoss me expliquen porqué sólo consigo información referente a la dignidad guerrera (cercenadora de vidas) cuando se trata de Arica y no encuentro conceptos relacionados con la dignidad de estilos de vida, de identidad étnica o de integración eficiente con el entorno económico.
Chile despliega activas gestiones diplomáticas
El acercamiento chileno-boliviano que produjo en 1866 la Primera Guerra del Pacífico, estableció un tratado de ayuda mutua chileno-boliviano y Chile propuso, sin éxito, que si Bolivia se olvidaba de sus pretensiones territoriales al sur del río Loa (Cobija incluida) le ayudaría a conseguirse a Tacna y a Arica. Quién sabe cómo se hubiera desviado el devenir histórico si esto hubiera resultado.
A todo esto, ya se estaban gestando los desacuerdos que llevaron a la (segunda) Guerra del Pacífico y hasta mayo de 1879 Chile intentaba congraciar a Bolivia volviendo a ofrecerle a Tacna y Arica, al margen de los intereses peruanos, ofrecimiento que fue reiterado aun en plena guerra, en octubre de 1880. Pero una vez consolidada la victoria chilena, las proposiciones bolivianas solicitando a Tacna y Arica carecían de poder de negociación y se le cierran las puertas de una soberanía marítima a Bolivia, aunque el Presidente chileno Santa María pensaba conveniente entregarle estas ciudades a Bolivia para resolver su problema de mediterraneidad y desligarse de los embrollos propios de compartir una frontera con Perú.
La postguerra presencia un fenómeno social que haría que, en lo socio-económico, Chile y Bolivia-Perú evolucionaran de manera tan diferente que hoy es muy difícil mantener la armonía. De alguna manera Chile consiguió paulatinamente asimilar al "roto" original, jóvenes sin espacio laboral ni futuro en un país latifundista, para quienes enrolarse en la guerra era la única opción, mientras que en Bolivia y en Perú (y también en Chile, pero con una población mucho más escasa) se continuó desperdiciando el potencial de y privando de derechos civilizados a las poblaciones alto-andinas.
Negociaciones y eventos más recientes y el acceso de Bolivia al Pacífico
Después del Tratado de Ancón con Perú en 1883, el cual posterga la definición de la frontera chileno-peruana, la que no se conseguiría hasta 1929, en negociaciones secretas (1884 y 1895) Chile ofrecía a Bolivia Tacna y Arica si lograba conseguirlas, o
Caleta Vitor y
Camarones en caso contrario. Al parecer, nuestro país no quería una frontera con Perú y es claro que no tenía un real interés por estos territorios. Las negociaciones fracasan por falta de apoyo parlamentario y Perú las rechaza enérgicamente, dejando entrever que prefería que este territorio quedara en poder de Chile. Ciertamente, no fue Chile quien privó a Bolivia de su más lógico acceso al mar: nuestra actual Patria Chica. Hoy ha pasado ya demasiada agua bajo el puente para resucitar esa posibilidad.
Dimes y diretes posteriores nos llevan a 1971, cuando negociaciones secretas estuvieron cerca de obtener un acuerdo de solución a la mediterraneidad boliviana, cuyos detalles desconozco y que se esfumó a consecuencia de una de las revoluciones bolivianas.
Tras el Acuerdo de Charaña, en febrero de 1975 Pinochet le ofrecía a Bolivia el famoso corredor fronterizo entre Arica y la frontera peruana, que Bolivia rechazó por no estar dispuesta a retribuir con una parte de su territorio altiplánico y el 100% de las aguas del Río Lauca. Lo interesante de esa gestión es lo que plantea Perú cuando se le comunicó lo que se estaba tramando: un territorio trinacional entre Arica y la frontera peruana. Ambas proposiciones fueron rechazadas por Bolivia a fines de 1976.
La gestión de Pinochet fue una astuta maniobra política para tratar de neutralizar la amenaza bélica de Perú, el que se aprestaba a recuperar a Arica antes del centenario de la guerra, con un formidable armamento adquirido de la Unión Soviética por el gobierno izquierdista de Velasco Alvarado. Mientras Chile no disponía más que una veintena de tanques de la Segunda Guerra Mundial y Arica no llegaba a tener 100.000 habitantes, Perú disponía de 500 tanques rusos de última generación y 58.000 efectivos (3.000 paracaidistas que serían lanzados en la retaguardia chilena). Velasco, seriamente afectado por un aneurisma aórtico, fue derrocado por su sucesor natural, el Gral. Francisco Morales, tras un alzamiento originado en la vecina Tacna, con la colaboración del Gral. Artemio García. Cómo logró Pinochet abortar la invasión peruana que esperábamos para septiembre de 1975, es un misterio para mí. Como Jefe del Servicio de Cirugía del único nosocomio que había por entonces en Arica, viví intensamente la dramática y desesperanzada preparación para resistir el ataque, contra el cual "Arica se defendería hasta el último hombre". Chile reaccionó con posterioridad y en 1976 se había conseguido en el norte de Chile la más numerosa concentración de efectivos militares de su historia. Podría escribir un libro entero acerca de los eventos, las opciones desesperadas y las angustias de esa época porque lo viví, en el ámbito de mi profesión, desde mucho más adentro de la estructura defensiva de Chile de lo que alguien pudiera imaginarse.
Mi familia, y la de otros civiles y militares involucrados en el proceso, se negó irracionalmente a abandonar Arica, para compartir la suerte de sus hombres. Odio las guerras, pero una irrenunciable dignidad me impide huir si un vecino pretende invadir mi hogar. ¿Cuánta estupidez más hemos de enfrentar a consecuencia de hechos consumados hace más de 130 años? Tengo mucho contra Chile por su gestión referente a Arica, pero me opongo categóricamente a que mi Patria Chica pase a manos de Perú o Bolivia. Aunque tenga allí muy buenos amigos y admire su pasado prehispánico, una evolución divergente ha producido resultados que están a la vista y que impiden compartir territorios.
Me falta precisar algunos detalles: la costa que Pinochet --tan criticable como astuto-- ofreció a Bolivia en 1975, era inútil pues su escasa profundidad no se presta para un puerto mayor. En 1987 Bolivia planteó en Montevideo tres alternativas para una salida al mar, todas las cuales implicaban una interrupción de la continuidad territorial de Chile, lo que ningún país del mundo aceptaría. Estas eran la desembocadura del valle de
Camarones, Tocopilla o Mejillones/Caleta Michilla. Por mucho que nos interese reestablecer la ancestral vinculación de Arica con el altiplano y aunque Chile tuviera las mejores intenciones de hacerlo, no habría más alternativa que entregarle Arica a Bolivia y eso no lo aceptamos por razones obvias. Me imagino a Evo Morales o a la Central Obrera Boliviana paralizando a Arica cada vez que --con o sin razones históricas-- intenten reivindicar demandas derivadas de la peculiar evolución socio-económica de Bolivia. A ver si los famosos, poderosos y dudosamente bien intencionados personajes que presuntamente (según el mentiroso Evo Morales) solicitan una actitud generosa de parte de Chile, aceptarían que eso ocurriera en su tierra. Seamos razonables...
Pese a lo anterior, se hubiera esperado que Chile hubiera sido capaz de promover una integración racional, lo que ciertamente no ha ocurrido. Los expertos, chauvinistas, centralistas, patrioteros, juristas y todos los especialistas podrán encontrar miles de defectos a la proposición peruana de una administración tripartita de nuestra costa y tienen razón cuando afirman que era inaceptable, tanto en cuanto a conveniencias políticas como --en lo que me parece más trascente-- los diferentes estándares de protección del medio ambiente, de protección de la ciudadanía y de estabilidad de las naciones. Pero, en lo utópico, rescata un concepto cultural, lógico por costumbres ancestrales y de hermosa ética: la responsabilidad tripartita del desarrollo andino que nos parió. Lamento que la evolución que generó al Perú y a la Bolivia actuales lo impida y que a Arica no se le hubieran entregado atribuciones o que no haya sido capaz de implementar acuerdos que pudieran habernos evitado la crítica situación actual. De allí mi peyorativa mención de los "istas" que controlan el futuro de Arica.
Cuando Chile se auto-asignaba la condición de Tigres de América del Sur, miraba hacia los mercados de Asia. ¿Y qué tiene Asia, sino razones para ser pobre en dinero y desarrollo?, me pregunto. Pues tiene un sentido práctico de desarrollo local que trasciende las fronteras. Lo que el Banco Asiático de Desarrollo denomina “círculos de crecimiento”, son definidos por Min Tang y Myo Thant como triángulos o “regiones económicas transnacionales adyacentes [que se complementan] para promover el comercio exterior y la atracción de inversionistas”. ¿Cómo es que somos tan poca cosa que el triángulo Tacna-Arica-Bolivia es sólo tierra fértil para conflictos y nacionalismos chauvinistas que nos mantienen sobre las armas, con millones de dólares gastados en traidoras minas que tapizan nuestra frontera y con nuestros pueblos sumidos en la pobreza?
Conclusión. Se ha de conocer la historia peruana, arcaica, formativa, incaica, colonial y republicana, si es que se pretende entender a Arica, la joya del Pacífico y ombligo de América del Sur, ahora transformada en la herrumbrosa Puerta Norte de Chile.