Rol de Arica en la Conquista de Chile  
 
Qué tiene que ver Arica con eso!" diría más de un santiaguino, con cierta razón pues Arica fue, de diversas maneras, parte del territorio circuntitikaka por unos 9.500 años y peruana (bajo la autoridad del Sapa Inca primero, del Virrey del Perú después y luego de la República del Perú) por más de 400 años y no pasó oficialmente a ser parte de Chile sino que hace poco más de 70 años. 
 
"Pues no mucho pero más de lo que Uds. creen" contestaría un ariqueño consciente de la privilegiada ubicación geográfica de su Patria Chica. Yo agregaría "En eso diferimos del resto de los chilenos: estamos en el ombligo de América del Sur y los Andes nos conectan con otra gente en vez de aislarnos como a Uds. Somos paso obligado para los que se aventuran por el desierto o quieren llegar al altiplano y lugar de reposo y servicio privilegiado para los navegantes del Pacífico". 
 
La expedición de Diego de Almagro 
 
Francisco Pizarro, en su tercer y exitoso intento por conquistar Perú, desembarcó en Tumbes en 1531. Al año siguiente capturó a Atahualpa, a quien ejecutó en 1533 y contra toda lógica, se apoderó del Mundo Andino. En pleno invierno de 1535, cuando el Mundo Andino aun tenía ánimos para resistirse, el analfabeto y valiente viejo chico, feo, tuerto y sifilítico llamado Diego de Almagro, socio de Francisco Pizarro, partió en calidad de Adelantado a buscar tesoros a Chile, territorio desconocido. Todos saben que de ida se fue por el altiplano, pasando por la orilla occidental del lago Titikaka, atravesando el río Desaguadero pasando por Tupiza (en la actual Bolivia), Jujui y luego Salta, ambos en la actual Argentina. Tras eso debió enfrentar al desastroso cruce de la Cordillera de Los Andes, tal vez por el paso de San Francisco, para bajar a Copiapó por el valle de Paipote. También nos han enseñado que ese viaje fue un desastre, muriendo muchos de los 1.500 indígenas y 150 negros de la comitiva y 170 de los casi 300 caballos (circulan otras cifras, demostrando la mala calidad y a veces deformaciones tendenciosas de las crónicas de la época). Cuando regresó al Perú, habían muerto unos 40 de los 531 españoles. El desastre se debió a la mala preparación del viaje, al clima y a la resistencia de todo tipo de indígenas habidos y por haber en este territorio. 
 
No tengo espacio para contarles lo que los atacameños hicieron con ellos, pero sí les aseguro que en Arica contribuimos a hacerle la vida difícil a esos depredadores. 
 
El apoyo logístico de Almagro consistía en unos barcos chicos o en mal estado que tenían la difícil tarea de navegar hasta la zona central, con el viento y las olas en contra por añadidura. Lo consiguió sólo el Santiago, más conocido como Santiaguillo por su reducido tamaño. Cuando pasó por nuestras latitudes, tuvo que abastecerse de agua, pero le costó la vida a cuatro tripulantes que matamos. Otro barco era el San Pedro, un desastre flotante que no pudo salir de nuestra bahía, donde lo mantuvimos situado por meses, atacándolo con nuestras embarcaciones de totora hasta que llegó al fin el refuerzo que les mandó Almagro. Una vez estuvimos a punto de apoderarnos del ancla (el barco se habría entonces destruido en la playa) y también casi conseguimos incendiarlo. 
 
Desde entonces ganamos fama de feroces y agresivos, tanto que en la supuesta acta de fundación de Arica en 1541, se fijó la plaza a 450 varas castellanas de la costa, para protegerse "de los indios guaneros de la isla nombrada alacrán, por ser estos de mucho recelo pues lo que han siempre acostumbrado es alzarse". (Se han presentado evidencias fuertes para afirmar que esa acta, encontrada en Arequipa sólo en la década de 1990 no es genuina.) 
 
Almagro permaneció en el Valle Central unos cuantos meses. No habiendo encontrado tesoros, decidió volver al Perú ante los serios apuros que Pizarro estaba pasando con los incas. Esta vez siguió el camino aconsejado por los incas, la vía costera que atraviesa el desierto. Concentra a su gente en Copiapó y desde allí sigue a San Pedro de Atacama, Calama. Pica, Tarapacá, Arica, Moquegua y Arequipa. Atormentado por una sífilis tardía, Diego y sus seguidores ("los de Chile" serían llamados después y terminarían matando a Pizarro) acamparon en diciembre de 1936 en Arica, amparados por el Morro. 
 
Finalmente, Almagro y Pizarro se enemistan y sobreviene una Guerra Civil en la cual el primero es derrotado en gran medida gracias a la gestión del primer héroe chileno, el Maestro de Campo don Pedro de Valdivia. 
 
La expedición de Pedro de Valdivia 
 
A sólo siete años de la ejecución de Atahualpa, en marzo de 1540, pasó por Arica don Pedro de Valdivia. Este era un hidalgo de poca fortuna pero con gran prestigio militar, veterano de campañas en Francia, Italia y en el Nuevo Mundo, de espíritu noble, comprensivo, generoso, buena facha y estatura, no sediento de riquezas pero sí ambicioso de fama, oportunista y decidido a establecerse en Chile para formar un nuevo reino en nombre de Su Majestad. 
 
Contra el pesimismo prevalente en torno a Chile, Valdivia sacrificó todas las riquezas concedidas por Pizarro por su desempeño en la lucha contra Almagro para financiar su expedición a Chile, la cual partió de Lima rumbo al Cuzco al mando de una escuálida comitiva de 8 españoles, su amante, una costurera viuda de unos 30 años que lo convenció que la dejara tomar parte en la aventura (la nunca bien ponderada doña Inés Suárez, mal llamada “de” Suárez) y 1.000 (yanaconas) (indígenas de nivel social poco superior al de los esclavos). Desde allí partió rumbo a Arica pasando por Arequipa, Moquegua y Tacna, cargado de herramientas, animales domésticos y semillas y con sólo 4 españoles más, recolectando en el camino a soldados perdidos en el desierto, sobrevivientes de frustradas campañas selváticas transandinas. Los recursos finanacieros de Valdivia no fueron suficientes y hubo de recurrir al acudalado comerciante Francisco Martínez Vegazo, quien le aportó dineros a cambio de un desmesurado porcentaje de las riquezas que él suponía que se obtendrían en Chile. Años después éste navegó hasta Chile y debe haberse sentido muy frustrado por la pobreza imperante en las tierras que Valdivia gobernaba. 
 
Valdivia llegó a Arica con 20 españoles y aqui estuvo 20 días esperando a Sancho de la Hoz, el intrigante e hipócrita socio que le había impuesto Pizarro (para él librarse de tan ponzoñoso personaje), quien ya había despilfarrado en Europa la fortuna que recibió del rescate de Atahualpa y volvió a Perú con poderes imperiales pero sin un peso. De la Hoz debía traer por mar hombres, armas y provisiones pero no llegó, pues se endeudó y nadie le daba crédito. Valdivia partió entonces a Tarapacá (el pueblo) --vía Codpa, Pachica, Esquiña, Nama, Camiña y Chusmiza-- donde esperó refuerzos que empezaron a llegar poco a poco: 16 castellanos provenientes de Tarija, luego otros 80-90 (Francisco de Villagra, Jerónimo de Alderete, Rodrigo de Quiroga y otros) sobrevivientes de la fracasada expedición de los mojos, en la selva boliviana. Con 126 conquistadores (3 capitanes) partió luego a Chiu Chiu por la precordillera (vía Pica, Quillagua y Calama), luchando contra el hambre y la sed pues los indígenas les envenenaban las fuentes de agua y les ocultaban los alimentos. Allí hizo al fin acto de presencia el mentado socio, con la intención de asesinar a don Pedro y apoderarse del mando de la expedición, pero su traición no se consolidó pues la víctima potencial había partido en una avanzada a contactar al tercer socio, mi parrandero, desalmado y mujeriego antepasado don Francisco de Aguirre (gran amigo de Valdivia desde los tiempos de sus campañas militares europeas), quien lo esperaba en San Pedro de Atacama con 25 castellanos. Una vez unidas ambas fracciones, ya pudo hablarse de un pequeño ejército (4 capitanes) y pasaron a otra dimensión territorial. Valdivia demoró, en total, 7 meses en llegar a Copiapó. 
 
Otras visitas ilustres del Chile naciente 
 
El mismo Pedro de Valdivia volvió a Arica en circunstancias que nunca olvidaría. Una vez establecido precariamente en Chile y sin dinero ni fortuna en metales preciosos, volvió al Perú por vía marítima con una moderada fortuna despojada a una quincena de castellanos mediante un hábil artilugio, por muchas razones que podrían discutirse, pero en las que sin duda se contaba su fuerte deseo de ser oficialmente reconocido como Gobernador de Chile. 
 
Ya muerto Francisco Pizarro, en 1542 Carlos V había promulgado leyes que prohibían la otorgación de nuevas encomiendas de indios, lo cual provocó en Perú una violenta oposición que culminó con la rebelión de Gonzalo Pizarro, quien se proclamó Gobernador, derrotó y destituyó al primer Virrey y combatió con éxito a la resistencia realista entre 1546 y 1547. Carlos V envió entonces, con título de Presidente, a un religioso experto en resolver conflictos pero sin dotes de militar, Pedro de La Gasca, de quien se puso al servicio Pedro de Valdivia y del peculio malversado en Santiago armó a un pequeño grupo de guerreros con lo que de La Gasca le entregó el mando militar y por su gestión fue derrotadoGonzalo  Pizarro en 1548 (y luego decapitado). 
 
Valdivia partió de vuelta a Chile con pertrechos y hombres reclutados y cuando estaba en Tacna se le ordena volver a Lima para enfrentar una serie de justas y otras burdas acusaciones en su contra, producto del primer acto de “chaqueteo” que se generó en Chile. Entre una inconsistente variedad de “delitos”, el más grave, en plena época de Inquisición, era su relación adúltera con la enigmática Inés Suárez (o Juárez): “duermen en una cama y comen en un plato y se convidan públicamente a beber a la flamenca”. Valdivia tenía una esposa aburrida, psicológicamente asexuada y beata que había dejado en España. Tras una permanencia en Lima de un mes, logró anular las acusaciones y fue licenciado por de La Gasca con la condición que se deshiciera de Inés.Ya nombrado Gobernador de Chile, reinició su regreso a Chile por tierra. Tras ocho días de enfermedad en Arequipa, llegó a Arica donde lo esperaba el capitán Jerónimo de Alderete con 200 soldados, con 80 de los cuales se embarcaría en el galeón San Cristóbal y el resto seguiría por tierra. Llegó a Arica el 18 de enero de 1549 y zarpó tres días después, llegando a Concón después de un año y medio de ausencia de Chile. Allí permaneció a bordo con sus dos concubinas españolas por un par de meses, sin retornar a Santiago, supongo que esperando librarse de Inés Suárez. Ella comprendió muy pronto el mensaje y a corto plazo se casó con Rodrigo de Quiroga, cinco años menor que ella, buen amigo de Valdivia y que parece que le gustaba a Inés. 
 
Valdivia había timado a los santiaguinos para financiar su retorno al Perú (maniobra muy acertada en todo caso) y abandonado y traicionado a Inés, pero consiguió ser Gobernador y Capitán General de la Nueva Extremadura hasta que su ambición por fama y prestigio provocó su muerte en 1553. Si las huestes de Lautaro le cortaron la cabeza y sólo se comieron su corazón o se lo fueron comiendo de a pedacitos por varias semanas, no es algo que convenga detallar pues a nuestra República no le gusta que se diga que sus araucanos (y tal vez algunos de los españoles) se hicieron caníbales durante los difíciles años que siguieron al asalto e incendio de Santiago por las huestes de Michimalonko (11 de septiembre de 1541, cuando Inés salvó la situación decapitando a siete caciques prisioneros y lanzándoles las cabezas a los atacantes, con lo cual éstos huyeron espantados). 
 
Unos 10 años vivió Inés como amante de Valdivia y 30 casada con Rodrigo, a quien sobrevivió y murió anciana y rica y financiando generosamente a la viuda de Valdivia (quien llegó de España poco después de la muerte de éste y se recluyó en un convento). Inés Suárez me fascina. Valdivia fue un gran militar y un buen Gobernador, pero es Inés lo máximo que la Conquista de Chile tiene en términos de coraje, determinación y estoicismo. Chile fue plasmado, en gran parte, por una mujer, en su juventud una humilde y analfabeta costurera (aprendió a leer y escribir en Chile), que supo ser Gobernadora con dos parejas, era lo mejor que en términos médicos había en nuestro naciente territorio, decidida defensora de su obra (por las armas y lo que fuera) y hasta posiblemente buenamoza. Como si aun obedecieran a los frailes de la Inquisición, nuestros historiadores apenas la mencionan (y menos las cartas que Valdivia enviaba a la Corona), pero hoy empieza a adquirir el reconocimiento que merece. Para conocer mejor a este extraordinario personaje recomiendo la lectura de los libros “Ay Mama Inés” de Jorge Guzmán (Ed. Andrés Bello, Santiago, 1993) e “Inés del Alma Mía” de Isabel Allende (Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 2006). 
 
Otro ilustre visitante (por su linaje más que por su persona) fue un jovencito de 21 años, engreído y atropellador, García Hurtado de Mendoza, hijo de don Andrés, Marqués de Cañete y Virrey del Perú. El muchacho llegó prepotentemente a Chile en 1557 como sucesor de Valdivia. Alderete había sido nombrado en ese cargo por el Rey Felipe, pero murió antes de asumirlo. 
 
 Su papá le entregó a García la mayor fuerza militar que hasta entonces conoció Chile, 500 hombres y ocho navíos, los que fondearon en Arica el 2 de marzo de 1557, provenientes de Callao y rumbo a Talcahuano para continuar la Guerra de Arauco, la cual decían en España que “cuesta más que toda la conquista de América”.  
 
También estuvo en Arica Lord Thomas Cochrane como comandante de la Escuadra  Libertadora, la cual fue parte de la campaña de San Martín para liberar al Perú entre 1820 y 1821. Tiempo después Cochrane hizo otra estadía en Arica, por enfermedad. 
 
 Aunque no chilenos precisamente, pero íntimamente ligados a la historia de esta tierra, también desembarcaron en Arica, en 1823, los generales Andrés de Santa Cruz y Agustín Gamarra, al mando de una fuerza de más de 5.000 patriotas y luego Simón Bolívar nos visitó brevemente el 2 de febrero de 1826. 
 
Reflexiones atingentes 
 
Arica, componente del Mundo Andino con 10.000 años de historia, geográfica, económica y culturalmente desconectada con ese Chile castellano e insular, fue poco más que testigo del paupérrimo pasar de la primera expedición a Chile. Después, tal como ahora, sólo estaba aqui para cuando los chilenos quisieran servirse de ella sin dejar mucho a cambio. Tal vez nuestra gestión más protagónica --el trato que le dimos a los barcos de Almagro-- fue un gran error y los indígenas guaneros debieron ser más diplomáticos, pues así como les negamos el agua a "los de Chile", desde el manqha pacha (la dimensión de abajo) ellos ahora han confabulado para que nos veamos obligados a suplicar a sus homónimos contemporáneos que nos devuelvan nuestras herramientas de subsistencia. Ahora somos nosotros los que tenemos un pasar paupérrimo... 
 
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