Desde el Valle de Azapa al de Lluta
Desde hace miles de años, la recuas de llamas que transportaban productos desde la cordillera o el altiplano hasta nuestras costas y viceversa, seguían rutas bien definidas que ulteriormente fueron utilizadas por las caravanas de mulas después de la Conquista. Algunas rutas destinadas a la cordillera ascendían o descendían desde o hacia el valle de Azapa; otras, al valle de Lluta. La principal conección entre ambos valles se hacía entre Poconchile en Lluta y San Miguel en Azapa. Si bien ésta tiene ramales y alternativas, hemos recorrido varias veces el trayecto principal y lo identificamos claramente de tanto llevar y traer animales entre uno y otro valle para nuestros paseos. Habríamos podido acarrear a los animales en carros de arrastre, pero en general mi familia y amigos preferían disfrutar de las 4-6 horas de cabalgata, subiendo y luego bajando las laderas de ambos valles, tras atravesar unos 10-12km de pampa desértica en un viaje tranquilo, que no cansa pues los sentidos se llenan de nuevas experiencias y sin tramos peligrosos. No sólo el paraje es espectacular, sino que una cabalgata de esta magnitud y en éste paraje hace que uno se olvide hasta de su propio nombre y no deja más alternativa que interactuar pacífica y armónicamente con los otros jinetes y con las cabalgaduras. Además, con tanto tiempo sereno disponible, los más versados tienen amplias posibilidades para enseñar maniobras, gestiones y trucos de equitación a quienes lo solicitan.
Un buen día de verano, mi amigo Carlos Requena y otros hicieron el viaje de noche para evitar el calor. Había luna llena y la cabalgata resultó tan espectacular que terminó definiéndose como una oferta turística. Esta comienza en San Miguel de Azapa al atardecer. Se asciende la ladera norte del valle y se llega a la pampa cuando no hay más luz que la de la luna llena. Más o menos a medianoche los jinetes descansan un rato en un campamento provisorio donde disponen de un refrigerio y un reponedor pisco sour. Luego, volver a montar y posteriormente bajar la ladera sur del valle de Lluta y llegar a Poconchile. En una de sus versiones la cabalgata prosigue hasta una parcela en Linderos, donde se la espera con un asado de madrugada y carpas para dormir hasta el mediodía (para aquellos que no prefieren quedarse guitarreando y/o contando historias) y luego ser transportados en vehículo de vuelta a Arica. Al día siguiente no faltan los voluntarios que quieren traer a los caballos de vuelta a Azapa, o se les transporta en vehículos.
El trayecto se muestra en la imagen que sigue y en las siguientes fotos que pretenden expresar la magia de las cabalgatas pampinas nocturnas.
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La ruta caravanera está trazada en rojo y son unos 14km desde San Miguel a Poconchile, y un par de kilómetros más si se asciende el valle hasta Linderos. Hay un camino vehicular de tierra adyacente (amarillo). Nota: hay un nombre erróneo en el mapa: Kisselburg: es una mina de tierra de diatomeas y el nombre correcto es Kieselgur. Sorry...
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Esperando a los jinetes en el campamento provisorio. En ese lugar suele haber una densa camanchaca (niebla).
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Turistas que emergen de la oscuridad acercándose al pisco sour.
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Mi nieto Israel, a los 8 años, preparando al Chinchorro para sumergirse en la noche y liderarnos a través de la pampa, con sólo algunas semanas de instrucción ecuestre informal.
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Carlos Requena, quien ha hecho que todo esto sea posible, aprestándose a probar una mula recién llegada y una montura mejicana acolchada con un pellón de oveja. ¡Estupendas las mulas! con un trote y galope mucho menos zarandeadores que el de los caballos. Además son siempre más confiables en los tramos críticos de los senderos serranos. Siempre probamos y adecuamos a los animales y al equipamiento antes de aceptarlos. Tardamos en incorporar a un “macho” a nuestra tropa, estupendos animales que resisten como una mula y se montan como un caballo, pues suelen ser traidores, a menudo rechazando a jinetes desconocidos o aun al mismo de siempre si hace un cambio notorio en su vestimenta. Pero sin duda el “macho” bien adiestrado es el mejor animal para la sierra.
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Por razones obvias, casi la totalidad de mis fotos se tomaron de día, cuando volvíamos con los caballos a Azapa. Bastó un viaje para que una de mis hijas, sin experiencia ecuestre, aprendiera lo básico de la conducción con riendas y piernas en terreno plano y subiendo y bajando pendientes inclinadas y hasta galopara en plena libertad y por primera vez en la amplitud de la pampa donde los animales no saben para dónde arrancar. En definitiva, una, otra y otras vivencias inolvidables. Es que Arica, fuera del ámbito urbano, no tiene competencia...
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Punto de retorno desde Lluta. Mi hija Valeria monta al Quinterano.
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Parte de la tropa rumbo a Poconchile desde Linderos, para retornar a los caballos a Azapa. Las damas (de blanco) son mis hijas, Paula y Valeria. Los animales son la Imilla, la Tayka, el Quinterano y el Chinchorro, todos grandes amigos confiables.
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Paula y Valeria saliendo de Poconchile, poco antes de enfrentar la ladera sur del valle de Lluta, montando a la Tayka (preñada) y al chico corajudo que es el Chinchorro.
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Poco antes de llegar a la pampa subiendo desde Poconchile, aparece un poco de vegetación donde nunca llueve: es una curiosa especie (Tillandsia sp.) emparentada con las piñas (Bromeliaceae), que se ha adaptado para vivir en la arena seca. Puede apreciarse que el ascenso es fácil (para el jinete) y seguro.
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Los jinetes más adelantados han llegado a la pampa Chuño. Muy al fondo está el valle de Azapa. Un par de horas de paz y amplias oportunidades para aprender y practicar maniobras de equitación, o simplemente conversar.
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La pampa quedó atrás. Estamos bajando la ladera norte del valle de Azapa. Atrás va uno de nuestros mejores jinetes, Carlos Requena Junior. Las dos jinetes de adelante nunca antes habían bajado una ladera tan alta.
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Casi llegando al verdor del valle de Azapa. Carlos padre nos espera con bebidas y cevezas pues ya hemos cabalgado unas cinco horas y tenemos otras tres por adelante. El personaje central es Carlos hijo, un jinete innato y extremadamente versátil y confiable. Bien cuidadas y asesoradas, mis dos hijas han casi completado la primera gran cabalgata de sus vidas. ¡Gracias Arica por el privilegio de haber vivido esa experiencia! De allí se gesta un sueño que guardaba en secreto: la menor me acompañó en mayo del 2005 y a lo largo de cuatro días a la cabalgata a Codpa por senderos olvidados y Paula, la mayor, lo hizo el 2007 tras 9 meses de clases sin estribos en el Centro Ecuestre y lo volvió a repetir por años..
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Aprovecho la oportunidad para expresar una fuerte convicción. Cualquiera puede “andar a caballo” creyendo que las riendas son el “freno y el manubrio” y los estribos el principal elemento para no caerse. Pues no es así. Ambos aparejos se detallan en la sección “Aprenda a Cabalgar”, pero quiero enfatizar algo muy importante: las riendas no son buenos “frenos” ni un “manubrio” eficiente para los caballos con personalidad, ni los estribos son tan importantes. Ambos ayudan, pero lo principal es lo que el resto del cuerpo del jinete le comunica al caballo y cómo el jinete se mantiene a bordo sólo equilibrando su cuerpo. Por eso mis hijas pasaron más de 70 horas entrenándose sin estribos y con riendas anudadas para que la monta les resultara natural. Ambas, aunque cabalgando inicialmente con todos los aparejos, consiguieron tras eso que yo confiara tanto en sus capacidades como para dejarlas acompañarme en cabalgatas muy peligrosas y disfrutarlas sin aprehensiones. Si no se ha nacido arriba de un caballo no basta con ser valiente: hay que prepararse. Es como ir a la Universidad para aprender un oficio si uno quiere ser JINETE y eso se consigue en un Centro Ecuestre.
Este comentario tiene un objetivo: intentar que los “acostumbrados” a montar moderen su autoapreciación en cuanto a su capacidad como jinete. Yo fui por muchos años uno de esos que creía que bastaba con mis agallas y estado físico. Sólo comprendí cuán irresponsable era cuando jinetes de verdad me relegaron a la categoría de alumno, la que asumí con humildad. La soberbia es el más peligroso atributo de quienes montan...